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Quintero llegó a Medellín inventando un enfrentamiento que no existía: dividió a la ciudad en “la Medellín del sur” habitada por élites corruptas, y “la Medellín del norte” habitada por el verdadero pueblo, del cual se ha autoproclamó vocero, defensor y único y legítimo representante. Trazó “la frontera populista” –como se conoce en la academia–, una estrategia discursiva para dividir a la ciudad en dos y para desviar el debate. Quintero y su discurso son un fake, una farsa y una cortina de humo que usa para ocultar los negocios que hace con los recursos de Medellín.

Ha usado al norte de la ciudad como una fachada, Quintero dice defender a sus habitantes, pero su gestión demuestra todo lo contrario. El abandono del norte de Medellín –y en general, de toda la ciudad– es evidente, y para ello no hay que ser experto en indicadores, proyectos o políticas públicas, basta con usar los sentidos: ver las basuras apiladas en las esquinas, sortear los huecos en las calles, ver los ranchos construidos peligrosamente al borde de las quebradas, transitar por los espacios públicos abandonados, pasar por los colegios cayéndose, ver los jardines y zonas verdes inundados de malezas, etc. Uno de los ejemplos más representativos de este abandono del norte, es el caso del Morro en Moravia.

El Morro de Moravia fue por años un emblema del Norte de Medellín, y un símbolo de transformación, resiliencia, y dignidad, pues pasó de ser un cerro de basuras sobre el que la gente construía sus casas a finales del siglo pasado, a ser una montaña de colores con un vivero en su cúspide, convirtiéndose en un atractivo turístico y un orgullo de la ciudad por su historia y su belleza.

La metamorfosis del morro se dio gracias al trabajo mancomunado de varias alcaldías, que de manera consecutiva le apostaron a cuidarlo como parque, jardín y espacio público de memoria de este barrio. Hasta el 2019 había caminos para recorrerlo, y con frecuencia se veían grupos de extranjeros o incluso de personas de Medellín caminando entre sus jardines y subiendo hasta su cima, guiados por personas de Moravia que les contaban su historia.

Esto cambió con la llegada del Daniel Quintero. El morro comenzó a verse descuidado, las autoridades dejaron de vigilarlo, y, ante la ausencia de la alcaldía, los grupos ilegales lo dominaron y lo hicieron su territorio, loteando sus laderas para vender minúsculas parcelas a las familias vulnerables que llegan a la ciudad, para que construyan sus ranchos.

Hoy la imagen del morro parece un recuerdo del pasado, un regreso a los años 90 cuando estaba cubierto de ranchos, en los que las familias se encontraban en permanente peligro por el riesgo de incendios derivado de los gases tóxicos que se emanaban, al tratarse de una montaña de basura (riesgo que varias veces se hizo realidad, en incendios que consumieron lo poco que tenían las familias y cobraron la vida de los habitantes).

La división de la alcaldía encargada de evitar que el morro retrocediera es la Secretaría de Control y Gestión Territorial, que había hecho su trabajo hasta la llegada Carlos Mario Montoya, Secretario nombrado por Quintero como cuota política de Luis Pérez. Montoya es el responsable directo del retroceso del morro, y del incremento exponencial del loteo ilegal en Medellín. En tres años como Secretario, su trabajo y sus resultados son inexistentes, y las consecuencias de ello, nefastas para la ciudad.

Quintero en esto -como en todo- destruyó años de trabajo consecutivo. El discurso de la “Medellín del norte” que dice defender es un fake, solo le interesa para sus peleas en Twitter y a hoy, no cuenta ni con la mitad de la inversión o proyectos en el Norte de la ciudad de alcaldías a las que se ha dedicado a atacar durante todo su período como las de Sergio Fajardo y Alonso Salazar; cuya apuesta en el Norte de Meellín habla por sí misma: la creación de Buen Comienzo, la transformación de Carabobo Norte con el Parque Explora, el Jardín Botánico, el Parque Norte, el Planetario y el Parque se los Deseos, Colegios públicos de calidad, Bibliotecas Públicas y Parques Biblioteca (entre ellas la bellísima Rogelio Salmona en Moravia), canchas y espacios deportivos, vivienda digna en Popular y Santa Cruz, y un bello etc.

En el caso del Morro de Moravia es difícil cuantificar los recursos, la confianza y la legitimidad perdida. Costará mucho, otra vez, recuperarlo para la ciudadanía. El morro es el síntoma visible, la punta del iceberg que vemos porque se asoma sobre la superficie. Pero lo que subyace es mucho más grande, oscuro e intrincado, un entramado de corrupción y alianzas con los grupos criminales que demuestran que Quintero no es de izquierda ni de derecha, que su única ideología es la plata.

Como dijo el director: en 2023 es Medellín o Quintero. Siempre que gana Quintero, pierde Medellín. Y siempre que gana Medellín, pierde Quintero.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-jaramillo/

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