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Es habitual que se les pida a los niños en edad escolar que escriban cuentos. También es habitual que se les dé una consigna: escribe sobre tu pueblo, escribe sobre lo que más te gusta de vivir allí.
Los adultos que acompañan a los niños que escriben cuentos orientados por consignas como estas en ocasiones consideran que las creaciones de los y las niñas son la oportunidad para llamar la atención sobre los problemas del lugar que habitan o que son una especie de “ejercicio de gratitud” para reconocer las cosas buenas que los niños tienen la suerte de disfrutar.
Así aparecen relatos sobre carreteras en mal estado, niños malnutridos y montañas deforestadas. Narraciones sobre benefactores generosos y exaltaciones regionalistas. En estos textos la voz infantil de corrompe con mandatos ajenos y la mirada única de la infancia se agrava con imposturas.
Leer relatos como los que describo es desconcertante. Las fórmulas son casi siempre las mismas: al escritorio de la maestra y a la bandeja de entrada de los jurados llegan letras aplanadas y moralejas tan explícitas que, impresas en el tamaño adecuado, podrían ser carteles.
Lo bueno es que siempre, en algún lugar de la pila, hay textos llenos de pliegues. Voces tan auténticas que pueden también hablar de las carreteras sin terminar, de los colegios sin libros, de los peligros de la noche y de la injusticia que entraña que unos no tengan nada y que otros lo tengan todo, sin necesidad de visitar ningún lugar común. Que lo hacen mirando todo tan atentamente que pueden hacer que las vacas hablen y que, con sus gestos, señalen cómo debería ordenarse el mundo. Estos textos muestran cometas y aviones de papel que vuelan con fuerza sobre los filos de las montañas, baños en aguas heladas y todo lo que puede hacerse con el barro rojo de una trocha inundada. En ellos se habla de los cuidados maternos y de los misterios de las montañas con fórmulas tan geniales que no pueden dejar a ningún lector intacto.
En un mundo en el que todo está dado para que se omita la imaginación y en el que nos acostumbramos a las historias genéricas encontrar este tipo de relatos es reconfortante: nos recuerdan que solo una mirada honesta es capaz de encontrar la belleza y que sin curiosidad jamás podremos escapar a nuestro destino.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/