Escuchar artículo
|
¿Alguna vez te has preguntado por qué existe el trabajo doméstico remunerado y no remunerado? ¿Has pensado en la importancia de las personas que limpian nuestras casas, preparan los alimentos, cuidan de los niños, las personas mayores y las que tienen discapacidades? ¿Te has imaginado un mundo sin profesionales en psicología y trabajadores sociales que fomenten la cohesión social? ¿Qué sucedería si nuestras redes comunitarias se debilitaran y no pudiéramos confiar en nuestros vecinos? ¿Y qué pasaría si las personas mayores no tuvieran que pasar sus días en la calle vendiendo dulces o haciendo fila en el sistema de salud, sino que contaran con centros gerontológicos por comunas o zonas para su protección?
Cambiemos un poco la ecuación. Pensemos en una sociedad en la que la economía prioriza y fortalece los sectores de asistencia social, salud, medio ambiente y trabajo doméstico a la par que los desarrollos tecnológicos y la innovación. Una sociedad donde nuestros gobernantes tomen decisiones basadas en la ética del cuidado y la CUIdadanía, poniendo en el centro a los más vulnerables, y construyendo un Estado Cuidador, garante de derechos.
Imaginemos que las empresas, en su gestión de talento humano, reconocen como indicador para la productividad la economía del cuidado, lo cual significa un análisis riguroso sobre las cargas de cuidado que puedan tener sus empleados y empleadas, promoviendo su redistribución; por ejemplo, una licencia de paternidad mayor, portafolio de servicios para que los padres se vinculen con la educación de sus hijos, el aseo de la casa y respondan por su autocuidado. O trabajos con tiempos más flexibles, jornadas que no riñan con el ingreso o salida escolar, así como trabajos que cierren brechas de techos de cristal y pisos pegajosos, diseñando planes de carrera intencionados para mujeres con alto potencial y de acuerdo con sus condiciones. Directores y líderes que no dejen ir a sus empleadas porque les tocó decidir entre su familia e hijos y las empresas, dejando de alabar este sacrificio y generando acciones para que esto tenga conciliación.
Todo esto parece una gran utopía, pero es la apuesta que recoge la categoría de la economía de los cuidados desde los años 70´s. Estudiosos y trabajadores de la economía y las ciencias políticas hemos planteado la necesidad de un nuevo ordenamiento mundial con base en la conciliación entre el mundo productivo y reproductivo, para que la división sexual del trabajo desaparezca y pueda existir dignidad, horizontalidad y lo más importante, sostenimiento de la vida.
La economía del cuidado se materializa en América Latina desde los Sistema de Cuidado, una iniciativa impulsada por las políticas públicas para diseñar acciones integrales, sistemáticas y articuladas que brinden apoyo a personas con necesidades de cuidado y protejan los derechos de quienes se encargan de su cuidado. Estos sistemas buscan mejorar la calidad de vida de aquellos que necesitan asistencia y promover el bienestar de las cuidadoras. En cuanto a los avances en materia de economía del cuidado destacan Uruguay, y Bogotá, Colombia, con la implementación de las manzanas de cuidado. A nivel nacional, se están llevando a cabo los debates del PND sobre la posibilidad de establecer un Sistema Nacional de Cuidado y actualmente cuenta con una gerencia liderada por la Vicepresidencia, que recibe apoyo de ONU Mujeres.
En Antioquia, la Secretaría de las Mujeres de la Gobernación ha liderado la definición de un Plan de Economía de Cuidado, que busca proporcionar directrices técnicas para su implementación en los municipios. En la región se han realizado importantes esfuerzos para impulsar este plan y posicionarlo en la agenda pública. En Medellín, por su parte, se ha llevado a cabo un diagnóstico para el diseño de un sistema de cuidado en el distrito. Sin embargo, a pesar de que la Alcaldía incluyó en su plan de desarrollo la entrega del diseño de implementación de este sistema, su progreso se ha detenido.
Por otro lado, el sector privado ha mostrado una sensibilización insuficiente hacia la economía del cuidado, aun considerándola una cuestión menor e innecesaria. Sin embargo, algunas empresas, como Comfama y Confiar, han realizado una declaración en la que se reconoce que el cuidado es trabajo y se visibiliza la labor de las empleadas domésticas. Por su parte, otras empresas, como BanaExport en Urabá, han optado por ampliar su planta laboral con mujeres y por capacitarlas para ocupar roles en los que antes no participaban, además de fomentar conversaciones con los hombres sobre la redistribución de los cuidados.
Desde las organizaciones sociales, la mesa de Economía del Cuidado de Antioquia se ha encargado de visibilizar la agenda a nivel público. Por otro lado, la Fundación Bien Humano lleva años acompañando a las trabajadoras domésticas y ha consolidado una línea clara en su accionar en materia de economía del cuidado. Por su parte, la Corporación Mujeres que Crean ha liderado un proceso de tres años acompañando a organizaciones para incorporar la perspectiva de los cuidados en las estructuras corporativas, promoviendo el cuidado para un activismo saludable.
Es importante contextualizar esto porque, aunque la utopía descrita al inicio avanza a paso lento, cada pequeño esfuerzo es un paso en la dirección correcta. No podemos permitirnos ser indiferentes a este tema. Desde cada orilla, debemos tomar acción y trabajar juntes para construir un futuro en el que el cuidado sea una prioridad. Dentro de unos años, este tema será central y nuestro éxito dependerá de los esfuerzos que hagamos hoy. ¿tú, como le aportas a la economía del cuidado?
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/