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Para escuchar leyendo: 21 de enero, Gepe y Monsieur Periné.

La veo despertar casi siempre a las dos de la mañana, para estudiar los temas que dejó pendientes el día anterior. A las cuatro y media ya se está preparando para irse al hospital donde hace la rotación médica del momento, a la cual llega, por lo menos, media hora antes para leer todo sobre los pacientes que tendrá a su cargo.

Vuelve a la noche, y después de cenar juntos, vuelve a sentarse en su escritorio a estudiar hasta las once de la noche, para volver a empezar la rutina a las dos de la mañana del día siguiente. Desde que nos casamos, no ha pasado un solo día en que no la vea esforzándose para sacar adelante la especialización en Pediatría que empezó hace un año.

Mi esposa, además de generarme la admiración singular que siente quien se maravilla por compartir sus días con alguien mucho mejor que uno mismo, me ha permitido conocer un mundo que me era ajeno y que merece una reflexión urgente: En Colombia los médicos, en especial los residentes de especialización, merecen un repensar sobre sus realidades.

En ella veo a los miles de médicos que, tras lograr su título de pregrado, se estrellan una y otra vez con el cuello de botella de los cupos para la especialización. Colombia es el país con la tasa más baja de cupos para especializaciones médicas en Latinoamérica, esto según un estudio realizado por la Pontificia Universidad Javeriana.

Aquellos que logran ingresar, generalmente después de años de frustración, deben enfrentarse a ritmos incansables, a las deficiencias propias de nuestro sistema de salud, a las demoras en el pago por parte del Gobierno Nacional, al ego de algunos profesores que ven a Dios cuando se miran al espejo. La faena de la especialización médica en Colombia ya ha cobrado víctimas, que se han ido entre la mirada silente de los entes de control y el desconocimiento de la ciudadanía en general.

A quienes nos cuidan hay que cuidarlos, mandemos al carajo de una vez y para siempre esa errada glorificación del sacrificio como único medio loable para lograr las cosas. No, es que el dolor no es necesario para alcanzar objetivos, es que no todo sueño debe conseguirse por un camino de espinas. Claro, la vida no es color de rosas, y siempre se deben enfrentar con resiliencia los retos, pero ya es hora de liberarnos de esas cadenas inquisidoras que nos obligan a abrazar el dolor de este valle de lágrimas para purificar las penas.

La medicina se funda en una base preciosa: Primero, no hacer daño. Carajo, adoptémosla nosotros también, como sociedad, para que el daño tampoco se infrinja a nuestros médicos. ¡Ánimo!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-henao-castro/

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