El tema del momento en Twitter es la situación denunciada por un hombre homosexual: una organizadora de bodas se negó a ofrecerle el servicio argumentando que no hacía “bodas igualitarias”.  En el mismo tuit el hombre amenazaba con publicar su información con el propósito de lincharla (funarla como dicen ahora).

Me cuestiona mucho pensar en la diferencia entre rechazo y discriminación. Especialmente cuando el rechazo se hace hacia una persona perteneciente a una población históricamente discriminada.

La Constitución Política Colombiana dice que nadie en el país debe ser discriminado, por ejemplo, en virtud de la orientación sexual. Nuestro código penal clasifica como delito la obstrucción del goce de un derecho en razón de la sexualidad -entre otros-. Legalmente hablando, no parece que haya discriminación en este caso, negarse a organizar la boda no impide por ejemplo que otro lo haga.

Socialmente es otro cuento. Es entendible que la pareja se sienta discriminada cuando directamente les niegan un servicio por su diversidad sexual, aún si quien lo hizo utilizara formas decentes para decirlo. Ahora, no necesariamente fueron rechazados por ello, en el mejor de los casos la otra persona podría argumentar que no tiene experiencia en ese tipo de eventos o que no es su enfoque, cosas absolutamente razonables.

Llego a dos reflexiones que me parecen interesantes. En primer lugar, ¿es justificable estar en desacuerdo con las diversidades sexuales? Esta pregunta es inherente a todos los problemas de este tipo. No se puede estar por ejemplo en desacuerdo con ser negro, porque hablamos de la naturaleza humana en sí misma. ¿Pero qué pasa con las diversidades sexuales? Es mi opinión, que la libertad de encajar en las diversidades sexuales hace parte de la dignidad humana y que es imposible estar en desacuerdo con la dignidad humana.

En segundo lugar: ¿se puede obligar a la gente a pensar y actuar en virtud de lo que pensamos que es digno para la humanidad? Muchos de los derechos que hoy disfrutamos, se obtuvieron gracias a la acción política y social beligerante, grandes progresos surgieron de acciones objetivamente violentas. Sin embargo, en pleno 2024 no suena muy bien pretender cambiar la opinión de alguien a punta de matoneo.

En este tema chocan de frente importantes verdades sobre las libertades humanas. Es el tipo de discusión que me parece fascinante porque no logro encontrar una respuesta, ¿será posible conciliar estas posturas o es inevitable que alguien pierda en virtud del progreso?

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/