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En un mundo guiado por los intereses económicos e individuales, en los que cada uno se vale por sí mismo, el dinero y el poder se toman el lugar de amos y señores de tantos que solo viven para ellos, que se dejan cegar por el brillo del oro, por la sensación de control sobre otros, sobre la idea de ser intocables y de hacer lo que les parezca. Es una realidad que ha estado presente en la humanidad y que ha causado que tantas personas sin un verdadero control sobre sí mismas, se dejen arrastrar por esos deseos materiales, pasando por encima de otros y haciendo todo lo necesario para llegar a lo que quieren, incluso si eso implica la muerte de otros seres.
Cuando se ve la realidad con signos de peso, todo lo que no genere dinero o poder inmediato, no tiene ningún valor y se justifica deshacerse de su existencia, pues estorba y le quita el lugar a lo que sí podría generarlo. Esa visión ha causado que hayamos destruido la naturaleza con la excusa del desarrollo y la supervivencia, que ha llegado a puntos irracionales en los que no pareciera haber un límite o unos criterios para hacer las cosas, más allá de si genera dinero ya o no. Incluso a costa de que no sea rentable a largo plazo, como lo son muchas de las actividades agropecuarias, por poner un ejemplo.
Es muy miserable ver el mundo y a los demás así, pues es como autoinstalarse en una posición que según ellos les da la posibilidad de hacer los que quieran y de crear todas las excusas, razones y fundamentos necesarios para quedarse ahí y perpetuar su poder. Se ve en la política, en las religiones, en las empresas, en las comunidades y hasta en las familias. Es la razón por la que se generan las guerras, la violencia y la represión. No la única, pero tal vez sí la más importante.
Si bien los efectos más fuertes que tiene esa manía por amasar dinero y poder solo se ve en algunos, es suficiente para que permee al resto en muchas de las decisiones que tomamos y el modelo de vida al que nos aferramos. El problema es que la búsqueda de estos dos por sí mismos, nunca sale bien, porque nunca termina y nunca es suficiente. De hecho se parece mucho a una adicción, porque genera esa sensación de cada vez necesitar más dosis para experimentar la misma sensación.
Lo peor es que renunciamos a nuestra naturaleza, a lo que nos hace ser más humanos: la tranquilidad. Que de hecho me atrevería a decir que es lo que buscamos al centrar nuestras acciones en el dinero y el poder. Pero que termina causando el efecto contrario. Yo creo que aún dentro de la vorágine en la que vivimos es posible encontrar la tranquilidad y la paz que tanto anhelamos. Ahora se hace más difícil porque todo apunta a querernos sacar de la única manera de lograrlo de verdad: yendo hacia adentro.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/