La contienda presidencial ha desnudado un dilema ético de los que tanto le gustan a Alejandro Gaviria y que bien desarrolla en sus libros: ¿Es posible llegar a la Presidencia de la República sin el apoyo de las maquinarias de los políticos tradicionales –y muchas veces corruptos–? En 2018, a la Coalición Colombia liderada por Sergio Fajardo le faltó solo 1% para lograrlo.

En la Coalición del centro el debate ha girado en torno a este dilema. Cuestionan a Galán por apoyos politiqueros que recicló del Partido Liberal, a Amaya por presunto clientelismo en Boyacá, a Fajardo por su alianza en Antioquia Aníbal Gaviria en 2015, a Cristo porque le sobra maquinaria, a Ingrid por salirse y decir públicamente que no sabía si Barguil tenía maquinaria, y a Alejandro Gaviria por los apoyos de políticos tradicionales del Partido Liberal y de Cambio Radical a los que ha abierto las puertas de su campaña, participando en eventos con bombas y orquestas organizados por estos políticos por todo el país. Fue particularmente impactante una foto suya en un evento en Cundinamarca, con una multitud detrás y una expresión en la cara que daba la impresión de estar alienado, enajenado en las mieles de las maquinarias. 

Los políticos tradicionales demostraron su capacidad de sobrevivir en la jungla de la política, logrando infiltrarse con sus maquinarias en todas las coaliciones. Hace unos días hablaba con Iván Marulanda sobre este dilema, sobre su experiencia junto a Galán en el Nuevo Liberalismo y la unión con el Partido Liberal, que los puso a un paso de la Presidencia. Una vez tuvieron el suficiente capital político, experiencia y madurez, decidieron unirse a quienes habían enfrentado, y usar esa estructura para catapultar el liderazgo más poderoso que había tenido Colombia en los últimos 100 años.

Aunque los de hoy son tiempos distintos, hay un punto que se mantiene: las estructuras políticas son necesarias para ganar en segunda vuelta, lo importante es no entrar en sus dinámicas corruptas, y, sobre todo, llegar al poder sin estar hipotecado, para ponerlos a jugar en una cancha en la que el Presidente sea el que les ponga las condiciones y no los políticos tradicionales a este. La clave para el cambio reside en qué tanto juego se les da una vez se llega al poder, si se cede ante sus extorsiones clientelistas, o si se gobierna con carácter. El talante del líder es lo que marca lo que hará con el poder una vez esté allí. El ejemplo de nuevo es Fajardo en la Gobernación de Antioquia. Hizo campaña con el Partido Liberal de Aníbal Gaviria, pero una vez en el poder nombró un gabinete técnico, preparado y sin politiqueros, haciendo un gobierno ejemplar (tan bueno que en la Asamblea Departamental el único reproche a Fajardo era que “no les daba nada”). 

La clave está entonces en elegir a personas con experiencia, y con suficiente “cuero” para saber sortear las trampas de los politiqueros clientelistas, y, sobre todo, elegir a alguien que no tenga jefe político, líderes que hayan construido sus carreras a pulso, sin padrinos que los manejen como marionetas. Alejandro Gaviria es un hombre brillante y tiene todas las calidades para ser un gran presidente, a excepción de la que describo en este párrafo. Ha sido un gran pensador, académico, y ministro, pero no es aun un político sin jefes, que haya probado su capacidad de gobernar siendo él quien está al mando. La madurez política y el “cuero” se lo darán esta campaña y las próximas que lidere.

Cierro con una reflexión: estoy convencido de que en el Centro está la esperanza para el país, es en el Centro donde se propone un cambio tranquilo, riguroso y con propuestas responsables. En consecuencia, este domingo mi voto no será ni por el populismo mediocre y violento que ofrece la izquierda, ni por el continuismo simplista y desconectado del país que ofrece la derecha. 

Este domingo pediré la consulta presidencial de la Coalición de la Esperanza y votaré por Sergio Fajardo, al Senado votaré por Iván Marulanda y a la Cámara por Daniel Carvalho.

5/5 - (2 votos)

Compartir

Te podría interesar