Destrucción normalizada

Destrucción normalizada

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Cuando salgo a las carreteras del país, trato de buscar esos remanentes de naturaleza que todavía no se han tocado. Aquellos espacios que contienen en sí mismos tanta magia en su tranquilidad y su quietud.

Con eso busco hacerme la idea de que no estamos acabados, que todavía queda la esperanza de poder vivir en armonía con los bosques, las quebradas y los ríos.

No es fácil evidenciar que nos importa más el cemento que los árboles. Es complicado mantener la esperanza cuando se pasa cerca a los ríos contaminados y encajonados; ver las montañas despejadas y erosionadas; los millones de pinos y eucaliptos que reemplazaron los bosques nativos; la cantidad de basuras; las construcciones y actividades que poco a poco se han ido tomando todo el espacio “inútil” e “improductivo” que había antes.

Lo que me parece más grave es que cada vez normalizamos más estas situaciones. Es como si siempre hubieran sido así. Esa capacidad de sesgar la realidad por lo que es más evidente es muy peligrosa. Es fácil no mirar más allá.

Todo eso sigue siendo reflejo de esa profunda desconexión que tenemos con la naturaleza y nosotros mismos; nos vemos como entes separados. Solo entendiendo nuestro lugar y nuestra responsabilidad vamos a poder convivir en un mismo planeta sin la necesidad de acabar con todo para el beneficio propio.

Solo así podremos entender que cada persona, cada insecto, cada planta, cada bacteria y cada hongo tiene parte y cumple sus funciones para que los demás podamos existir bien. No es tan difícil, solo es mirar más allá de los propios intereses y darle un poquito de valor a lo que es diferente, incomprendido o con aparente insignificancia.

Mientras nos sorprendamos más por una nueva carretera de 7 carriles o un puente de cientos de metros de alto, que por el bosque que los rodea, la esperanza de sobrevivir como especie va a ser mínima.

¿Cómo revertirlo? Hay que reconectar con los impulsos naturales que tenemos en nuestro ADN y que hemos ignorado por tanto tiempo. Aprender a mirar la naturaleza como parte de lo que somos. A sentirnos parte que da y recibe.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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