Me gusta pensar en la democracia como si fuese un mercado, candidatos que ofrecen productos que finalmente decidimos comprar con nuestro voto el día de las elecciones. Y como en el mundo privado, se venden más  los productos que hacen parte de un relato, que apelan a nuestras aspiraciones.

Hoy parece que el único candidato preocupado por construir uno es Petro. Porque aunque sus propuestas económicas han fracasado una y otra vez en numerosos países, eso queda opacado por la grandeza de su cuento: somos un país miserable que tiene que reivindicarse. Ante una historia de esa magnitud, los datos y los detalles económicos pasan a un segundo plano.

Mientras tanto, la contraparte no nos ofrece nada. Critica, con razón, que con el Pacto Histórico se nos viene una seguidilla de pésimas decisiones económicas y que las peores clientelas politiqueras están ahora actuando en connivencia con la izquierda. Pero, insisto, ante un relato poderoso esas son críticas que apenas hacen mella.

Solo se contrarresta con otro. Hay ejemplos inspiradores en otras latitudes: Milei, Ayuso… la derecha crece cuando defiende a capa y espada las libertades económicas pero también las individuales, cuando habla sin tapujos del libre mercado y construye sobre eso un relato de autonomía y desarrollo individual. Lastimosamente a la derecha colombiana le dura el libre comercio hasta que llega un producto que le compite a uno de los empresarios que los financia.

Quizás hay un personaje que es mejor político de lo que pensamos, porque creo que Rodolfo Hernández ya se dio cuenta de todo esto que digo.

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