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Del burdel a cielo abierto a la ciudad de los sueños de las mujeres ¿Es posible?

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La grave situación de explotación sexual que atraviesa Medellín, la vulneración sistemática de derechos a las mujeres y niñas que están siendo víctimas de este flagelo, ha sido portada toda esta semana. Más que ahondar en los hechos lo suficientemente conocidos, ilustrados, manoseados, distribuidos por toda la prensa, que visibilizan la incapacidad social de responder ante la miseria, la corrupción, la aberración que es Medellín; más allá del dolor, la impotencia, la conciencia de que cada día camina un Thimoty en versión extranjera o local con las más altas parafilias, y las más amplias libertades; quisiera hacer de esto una oportunidad para pensarnos en términos de la ciudad que deseamos las mujeres, que no se limite a prohibir la prostitución, si no de hacerla algo impensable.

Hace años esclavizar a todo un grupo de personas y forzarla a trabajar para un amo era una realidad establecida, el esclavismo estaba avalado, altamente reglamentado, y sostenido por toda la sociedad. Hubo un punto donde eso se hizo impensable y una práctica contraria a lo humano. ¿Por qué damos por absolutos cosas que en realidad son modificables? ¿Porque se trata de las mujeres acaso?

No podemos pensar en un norte en el que la niñez esté libre de explotación sexual si no comenzamos por abordar el sistema en su integralidad. Podríamos quedarnos horas enteras debatiendo las diferencias entre lo que han querido hacer ver como trabajo sexual, o sexo por supervivencia (como absurdamente lo llaman algunos sectores), y la explotación sexual de NNA[1], mujeres y la trata de personas. Sin embargo, todo hace simbiosis en un mismo escenario: la demanda. No hay putero que llegue preguntando por qué esa mujer o esa niña está donde está, porque para él es una cosa desprovista de humanidad, autodeterminación y consciencia, es un barril para depositar sus deseos, algo de lo que puede disponer porque tiene el dinero para hacerlo. ¿Cómo volver pagar por sexo algo impensable? 

Hace poco, en una conversación que sostuve con una mujer que admiro profundamente, me contaba que, en su visita a Suecia (país abolicionista de la prostitución), vio un cartel sostenido por un jugador de la selección de fútbol sueca diciendo: «Los verdaderos hombres no compran sexo, luchan el amor en igualdad», ¿se imaginan una cosa así aquí? ¿por qué les parece tan ridículo que las mujeres no sean prostituibles? En mi opinión, porque fueron desprovistos y desprovistas de la capacidad de imaginar la libertad y de hacerla una vivencia cotidiana en su vida y en la de quienes la rodean. La prostitución responde a una práctica propia del deseo masculino, no del mundo que deseamos y habitamos en cotidianidad las mujeres.

La situación en Medellín está lejos de resolverse si la seguimos relegamos solo al papel del estado, a los debates insulsos y circulares en los que nos pone el mismo orden simbólico del patriarcado, o a las peleas con mujeres que han caído en la trampa ¿Y si mejor comenzamos a hacer de la abolición de todas las formas de violencia una ética de vida? Un ejercicio hecho para una misma y para otras.

Creo que allí es donde se tejen cosas más importantes, valiosas, simbólicas y significativas para las mujeres, para refrescar esta conversación de nunca acabar, en la que siempre terminamos siendo nosotras el pero, la excepción, y la inviabilidad.


[1] Niños, niñas y adolescentes

Otros escritos de este autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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