Somos seres sociales, sujetos a modas y prejuicios colectivos, pero aún así individuos. Tomamos nuestras decisiones, definimos intereses y pensamientos propios que nos hacen únicos. Esto es un lujo reciente de la modernidad occidental, pues la historia está plagada de hombres, y sobre todo mujeres, que han sido brutalmente perseguidos por tener pensamientos únicos.
Contrarios a esta conquista liberal marchan los conservadores, fanáticos de las sociedades agrícolas y aisladas con valores homogéneos de antaño, y por otro flanco recibe el desprecio de la izquierda, que sobrepone la conciencia de clase y los mandatos de “el pueblo” a los deseos y preferencias individuales.
Ejemplo de ello es el vivir sabroso, uno de los emblemas de la candidata Francia Márquez. Un atropello a la individualidad en la medida en que ella, conocedora como nadie de las aspiraciones del “pueblo”, pretende indicarle a todos los ciudadanos del país cómo han de ser felices y qué han de tener.
No importa que yo como individuo desee otra cosa, o que incluso aspire a vivir sabroso de una manera completamente distinta a la Francia. Para colmo, es muy factible que, de tenerlo, usen el poder del Estado para pasar sobre cualquier anhelo personal; prima el colectivo, dictarán.
No es un tema menor el que se esconde detrás de las supuestas interpretaciones populares, además porque los tales deseos del “pueblo” suelen terminar confundiéndose con los deseos del líder que dice interpretarlos. Al respecto me gustó mucho el video que publicó el sicólogo Julián Vásquez en sus redes sociales, se los recomiendo.