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De xenofobia y otros demonios

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Hace unas semanas en San Javier (Comuna 13 de Medellín), conversando con distintas personas sobre lo que pasaba en la comuna, me topé con esta historia de Johan:

“Parce yo antes de la pandemia era mensajero y me ganaba un mínimo. En 2021 arranqué en uber y como soy guía turístico, monto a los gringos y lo primero que les pregunto es si ya han estado en la ciudad. Por ahí me les meto y les vendo tour en la 13, en Guatapé, etc. El 80% de los pasajeros que monto son gringos. Me ha ido muy bien, hoy me están quedando entre 4 y 6 millones libres al mes.”

Traigo esta historia por el debate que viene presentándose cada día con más fuerza en la ciudad sobre la turistificación (consecuencias en una población por la afluencia masiva de turistas) y la gentrificación de Medellín.

La gentrificación es un fenómeno de transformación urbana en el que la rehabilitación de ciertas zonas causa el desplazamiento de los vecinos del barrio. Ambos son problemas mayúsculos que enfrenta la ciudad, pues reducen el acceso a vivienda por el incremento de los precios de los inmuebles para compra y arriendo, incremento que se irradia también en la mayoría de los bienes y servicios circundantes (transporte, alimentos, etc). Entonces un apartamento arrendado en el que solía vivir una familia se convierte en Airbnb y recibe el triple de lo que esta pagaba cada mes. Como contó el experto Ricardo Pérez, la gentrificación “tiene un efecto dominó: cada nivel económico desplaza al nivel inmediatamente más bajo, de forma que al final todos, sin importante la zona o los ingresos, terminan perjudicados.” El desplazamiento también se da entre municipios, por ejemplo, las personas de Medellín que se van a vivir hacia municipios en el sur como Sabaneta o en el oriente como La Ceja y El Retiro, desplazando a su vez a los vecinos de dichos municipios.

Si bien es cierto que el turismo masivo presiona el mercado local, culpar a los extranjeros del aumento del costo de vida en Medellín y creer que expulsarlos es la solución es un razonamiento simplista y xenófobo. En palabras de Pérez “la culpa no es de los gringos que vienen a pasear o a vivir aquí.” La llegada masiva de extranjeros a la ciudad es el resultado del proceso de internacionalización que se trazó hace décadas como un objetivo que sería liderado por la ACI, el Bureau y la subsecretaría de turismo (cuyo principal indicador es ese: la visita de extranjeros a Medellín). Las políticas públicas suelen incorporar esa paradoja: al tratar de resolver un problema, puede terminar creando otro: la apuesta por la internacionalización de Medellín está gentrificándonos.

Las soluciones pasan por combatir el déficit habitacional que tenemos, por regular el uso del suelo en distintas zonas, por proteger a moradores (reglamentación lograda en 2021 y que fue inspirada en la experiencia de Brasil sobre la protección que ampara a habitantes originales de zonas populares para no ser expulsados de su territorio) y, en últimas, por poner este como uno de los ejes centrales que debe resolverse con el próximo POT. El encarecimiento de la vivienda en Medellín es un problema real, que afortunadamente tiene solución ¿Qué han hecho otras ciudades del mundo para resolver el problema asfixiante de la gentrificación? Ahí hay un buen punto de partida.

Analistas de EAFIT explicaron la importancia de crear un observatorio que permita tomar decisiones informadas, como se ha hecho en Brasil, México y España, donde se han creado propuestas y políticas que aportan a la regulación del desplazamiento de habitantes. Este observatorio donde concurran el sector público, el privado, el comunitario, la academia y expertos sería el primer paso para obtener datos rigurosos. Un ejemplo es el Observatorio de Hábitat de Barcelona, que le ha permitido a la ciudad tomar decisiones de manera informada (como establecer topes de pisos de Airbnb). Cabe resaltar que Medellín cuenta con el Plan Estratégico Habitacional (PEHMED) 2030, presentado en 2019 por el Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín (Isvimed) y la Escuela del Hábitat de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional.

Por su parte, Mateo Castaño ha expuesto posibles soluciones: De acuerdo con el DANE, desde 2015 Medellín es la ciudad en la que más ha subido el precio de la vivienda (57%). La demanda se ha disparado, pero la oferta lleva varios años cayendo en picada. Mientras en los últimos 8 años Medellín solo pudo construir 1.9 m2 de vivienda por habitante, Bogotá y otras ciudades han logrado construir entre 50% y 80% más. Siendo Laureles, Belén y Guayabal las mejores zonas de Medellín (planas, con buenos suelos, cerca del río, y muy bien abastecidas en servicios públicos), hoy no pueden ser plenamente urbanizadas por las restricciones de altura impuestas por la existencia del aeropuerto Olaya Herrera. Con las 4G que conectan el valle con Urabá y el pacífico, se hace innecesario mantener un aeropuerto de operación diurna que podría reemplazarse con la 2ª pista del José María Córdova. Solo disponiendo del suelo del Olaya se liberarían 100 hectáreas y se podrían densificar las zonas aledañas construyendo en altura, y una urbanización de apenas el 10% de su extensión daría para construir 30.000 apartamentos de 65 m2.

Monitorear datos para tomar decisiones con base en la evidencia, construir vivienda, cambiar el uso de zonas urbanas, establecer regulaciones serias para la vivienda de corto plazo (poniendo primero a la gente) y crear una política social de vivienda que cuide la calidad de vida de los habitantes.

Ahora, es preciso aclarar que en el debate de la gentrificación se han combinado distintos problemas asociados al turismo masivo, confundiendo a la ciudadanía y explotando la mezcla de sentimientos de indignación y dolor asociados a la explotación sexual de niñas, niños y mujeres (que es un flagelo gravísimo y doloroso). Luego una cosa es rechazar el turismo sexual y la explotación sexual que azota a la ciudad –y que debe rechazarse y enfrentarse con contundencia hoy y siempre–, y otra muy diferente promover la xenofobia contra personas de otros lugares que dentro de la legalidad deciden venir a hacer su vida en Medellín.

Es ese el caso de la campaña peligrosa y oportunista adelantada por una ex secretaria de Quintero, quien instaló carteles en espacio público que contenían mensajes xenófobos como “Gentrifyer go home”, que no rechazan a un explotador sexual ni a un turista sexual, sino a cualquier persona que se considere “gentrificadora” (y he ahí lo ambiguo, ¿a quién se considera “gentrificador” y a quién no?). Sus carteles no decían “fuera explotadores sexuales” sino “gentrifyer go home” ¿Le indigna la explotación sexual de mujeres y menores cuyos promotores son turistas sexuales? ¿Qué hizo como secretaria de las mujeres para enfrentar ese flagelo? El turismo ha disparado la explotación sexual, eso es un hecho. Ahora, ¿todo extranjero que llega es turista sexual? No lo creo. Al explotador sexual debe rechazársele por eso mismo, no por ser extranjero. ¿La secretaria rechazó la misoginia, maltrato y explotación sexual ejercida por el senador de su partido?

Se crea un grave peligro al promover narrativas que persiguen a todo extranjero que venga a Medellín (metiéndolos en un mismo costal). La humanidad ha pagado un costo muy alto por mensajes de xenofobia velada que desencadenaron dolor y violencia. La sentencia “go home” (en español, «vete a casa») se ha utilizado en distintos contextos por grupos extremistas en conflictos étnicos o religiosos que buscan expulsar a los inmigrantes, miembros de un grupo o a las personas que consideran «no pertenecientes» a su territorio. Este es un mensaje que genera sentimientos de exclusión, discriminación y odio hacia personas que son consideradas «diferentes» o «extrañas», creando fronteras simbólicas y físicas que impiden la convivencia pacífica entre diferentes grupos.

Promover discursos discriminadores y xenófobos no resolverá en lo absoluto la gentrificación. Esa es la principal característica del populismo: plantear soluciones simplistas a problemas complejos. A la inmigración ilegal: la construcción de un muro. A la crisis humana en una plaza de la ciudad: un cerramiento con rejas y policías. A la gentrificación: “Gentrifyer go home”. Soluciones simplistas, que son fáciles de vender comunicacionalmente, pero que no resuelven ningún problema. Populismo puro y duro, como el que le vimos a Quintero durante estos 4 años. La ex secretaria reproduce su modus operandi. Y este populismo especialmente peligroso, porque incita al odio entre las personas. ¿Qué sigue? ¿Romper las ventanas de los “Gentrifyers”? ¿Carteles en La Ceja rechazando a las personas de Medellín que van a vivir allí?

La persecución y discriminación han sido patrón sistemático de Quintero y sus socios: lo han hecho con universidades, medios, opositores, empresas, organizaciones sociales, ciudadanos y ahora con los extranjeros.

Estoy seguro de que quienes han promovido esta campaña nunca han sufrido la xenofobia. ¿Por qué? Porque quienes la hemos sufrido, jamás quisiéramos infringirla en otras personas y la rechazamos siempre, venga de donde venga. La humanidad ha visto en varias –y dolorosas– oportunidades mensajes así, que trazan fronteras entre las personas y promueven el odio entre quienes quedan divididos por esa frontera. El mensaje xenófobo de los carteles de la ex secretaria es comparable con los mensajes xenófobos con los que empezó el odio hacia los judíos, contenidos carteles “inofensivos” que invitaban a la gente a rechazar a otras personas que “causaban un daño al país” por el simple hecho de su origen. La Unión Europea y la UNESCO definen la xenofobia como actitudes, prejuicios y comportamientos que rechazan, excluyen y muchas veces vilipendian a las personas, con base en la percepción de que son ajenas o ajenas a la comunidad, sociedad o identidad nacional. Es claro que el mensaje de los carteles es abiertamente xenofóbico. No es cierto que la xenofobia sólo se da en condiciones de vulnerabilidad, los judíos en Europa antes del holocausto no estaban en condiciones de vulnerabilidad.

Pablo Rangel explicó por qué esta acción es un acto claro de xenofobia: carteles en inglés, pegados en el lugar más densamente concurrido por turistas extranjeros en Medellín que dicen «gentrifyer go home». el cartel se refiere a ellos, les habla directamente. La carga semiótica es clara y es un mandato: Váyase. Rechaza su presencia en la ciudad. les culpan por los problemas nacionales y locales, que es una forma de violencia contra los migrantes y que ahorra hacer análisis complejos y propuestas integrales.

¿Buscamos un planeta sin fronteras en el que todos los seres humanos sean iguales y puedan transitar libremente por él, o un planeta en el que cada vez se eleven más muros en fronteras y en los corazones de las gentes? ¿Qué mundo queremos tener? El humanismo tiene clara la respuesta.

Es preciso resaltar que esta campaña es realizada por una ex secretaria de gabinete de Quintero, y es ahí donde radica lo peligroso del mensaje ¿Cómo es posible que una de las personas que ha “liderado” la ciudad esté promoviendo la persecución a un grupo de personas? Además, carga con un profundo cinismo y oportunismo, si se tiene en cuenta que quién hace esta campaña como candidata, apenas meses atrás se sentó en un gabinete que tuvo más de 30 billones de pesos de presupuesto público para resolver los problemas de la ciudad, y que en 4 años nunca tuvo este tema como una prioridad. ¿Por qué ahora que es candidata si le importa el problema, y cuando era gobernante nunca hizo nada para resolverlo? ¿Le indigna la explotación sexual de mujeres y menores cuyos promotores son turistas sexuales? ¿Por qué no hizo nada como secretaria de las mujeres para enfrentar ese flagelo?

Ya Pablo Estrada advertía hace un par de semanas sobre el odio que se ha ido generalizando y los comentarios como “estoy mamado de los malparidos extranjeros”, bajo la premisa de que los turistas están perjudicando a la ciudad, y que “si alguien lo hiciera así sobre nosotros en otro país, no lo bajaríamos de xenófobo.” Atina Pablo al precisar que estos problemas no son son culpa de los extranjeros: la explotación sexual de niños, niñas y mujeres ya existía, solo que nos alarmamos ahora que se nos “salió de las manos”. “Miramos la astilla en el ojo de los extranjeros que nos visitan, olvidamos la viga en el propio y preferimos caer en la xenofobia antes que ser críticos de nuestra propia historia, cultura y gobierno.”

Resulta preocupante la escalada de la xenofobia en Medellín, apalancada en el dolor y la rabia que genera el turismo sexual. Pareciera que estuviéramos en la antesala de linchamientos o cosas así que han sucedido en otros lugares del mundo. Duele la xenofobia que dice que la migración venezolana solo trajo criminales y prostitutas, y duele la xenofobia que dice que los turistas son gentrificadores y puteros.

Los problemas que enfrenta Medellín por el turismo masivo no pueden ser tomados con ligereza. Las soluciones requieren más que el simplismo xenófobo de culpar a todos los extranjeros por los problemas nacionales y locales. Se puede combatir la gentrificación sin promover la xenofobia. Pero las soluciones de fondo para la gente nunca han sido del interés de Quintero y sus subalternos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-jaramillo/

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