Uno de los principales males de nuestra política es la mirada cortoplacista: se gobierna pensando en las elecciones, no en el mañana. La ruptura de la regla fiscal es el ejemplo más reciente —y más claro— de esta falta de visión.
Romper la regla fiscal significa que el Estado ha decidido gastar más de lo que puede pagar, endeudándose sin un plan serio para devolver ese dinero. Es como si una familia, con ingresos limitados, empezara a cubrir el mercado, el arriendo y el colegio con tarjeta de crédito confiando en que “Dios proveerá”.
El gobierno argumenta que necesita incrementar el gasto social para reducir la desigualdad. Sin embargo, la lectura del gasto público bajo esta administración ha traído consigo varias decisiones profundamente cuestionables:
- Menor inversión en lo que impulsa el desarrollo: mientras los gastos aumentan, la inversión en infraestructura, tecnología y otros motores del crecimiento ha caído del 5,9 % al 4,6 % del PIB. Además, ni siquiera se ejecuta todo lo presupuestado: en 2024 solo se invirtió el 76 % de lo planeado.
- Más deuda para cubrir gastos corrientes: hoy, uno de cada cinco pesos del presupuesto nacional se destina al pago de intereses, reduciendo así los recursos disponibles para salud, educación e inversión.
- Crecimiento desproporcionado del gasto en burocracia: el gasto de funcionamiento del estado (salarios, administración y contratos) aumentó más de un 35 % entre 2022 y 2024, pasando del 14,5 % al 17 % del PIB.
- Subsidios sin evaluación o sin respaldo presupuestal: se han prometido programas sociales sin una fuente de financiación clara. Iniciativas como Colombia Sin Hambre, Renta Joven y Mi Casa Ya han sido suspendidas por falta de recursos, afectando directamente a más de tres millones de hogares.
Y las consecuencias ya se están sintiendo:
- Colombia ha perdido su grado de inversión: Moody’s bajó la calificación soberana a Baa3 y S&P bajó la nota soberana de Colombia a “BB”, ambos con perspectiva negativa. Esto aumenta el riesgo percibido por los inversionistas y encarece la deuda nueva. Según analistas, el país podría tardar hasta diez años en recuperar el grado de inversión.
- Tasas de interés en máximos históricos: los bonos a 10 años alcanzaron una tasa del 12,4 %, solo superada por Turquía, Rusia y Brasil.
- El Banco de la República mantiene la tasa en 9,25 %, ante el riesgo de presiones inflacionarias. Esto limita la capacidad de estimular el consumo o el crédito.
- Caída en la inversión extranjera directa: entre enero y mayo de 2025, la inversión cayó un 25,8 %, y solo en abril retrocedió un 38,1 % frente al mismo mes del año anterior.
Sanear las finanzas como política social real
Romper la regla fiscal puede fortalecer el gasto inmediato, pero socava las bases de un país sostenible y equitativo. No se trata de recortar sin dirección, sino de priorizar, medir resultados y sostener el crecimiento sin pagar con nuestro futuro.
La verdadera valentía no es gastar sin límites, sino poner orden, ser transparentes y planear con responsabilidad intergeneracional. Solo así podremos ofrecer bienestar real y duradero. De lo contrario, el mañana será mucho más difícil que el presente.