De Chile y sus dolores

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Para escuchar leyendo: Volver a los 17, Violeta Parra.

Han pasado 51 años desde el Golpe de Estado cívico-militar que derrocó el Gobierno democrático de Salvador Allende en Chile, y que instauró una dictadura que durante 17 años ejerció una represión sin precedentes, dejando victimas que se cuentan por miles, causando horrores que se cuentan por millones.

Después de más de medio siglo, pareciera que todo está dicho. Después de tantos años son muchos los diagnósticos, los documentales, las columnas, los recuentos, las opiniones y las reflexiones. Pero ante el horror, nunca está todo dicho, menos aún cuando la sombra de la negación se va posando en el presente como un fantasma que toma cada vez más fuerza de realidad.

Cada 11 de septiembre se leen diferentes argumentos que tratan de homogeneizar la discusión, “Sí, pero el milagro económico”, “Sí, pero las colas y la inflación con Allende”, “Sí, pero los comunistas”, “Sí, pero Cuba”, “Sí, pero el desarrollo”. Patrañas ¿Cuántas vidas se justifican por una carretera? ¿Cuántos puntos del PIB per cápita valen una tortura? ¿Cuántas violaciones se perdonan por un porcentaje de inflación?

Eso, incluso asumiendo que los argumentos tuvieran algo de validez, porque la dictadura no solamente legó un Chile dividido, herido y con profundos dolores y crímenes por resolver. Entregó también un Chile con el 68% de pobreza, con una economía que creció apenas un 2,9% anual promedio, una inflación anual en promedio del 79,9% y un desempleo del 13,3%. En resumidas cuentas, no solamente son negacionistas quienes le lavan la cara a los criminales que condujeron a Chile durante 17 años, son también mentirosos.

Al horror hay que señalarlo de frente, hay que desnudarlo y despojarlo de cualquier asomo de maquillaje, hay que nombrarlo con todas sus letras y con su nombre preciso. Durante los 17 años de dictadura en Chile los mataban, los torturaban, los desaparecieron, las violaban, las ultrajaban. No cabe ningún debate ideológico cuando se trata de la ignominia de la violencia como aparato estatal, existe solamente una diferencia entre quienes rechazamos estos actos y quienes los ven plausibles. Existe solo una diferencia, pero fundamental, se llama humanidad.

De si Allende tenía o tiene razón, debatámoslo, como se debió hacer en el 73. Porque si el gobierno de Allende fracasaba, se debía derrotar por las urnas, que fue el mismo camino que él tomó para llegar a La Moneda. Nunca, como bien lo dijo el presidente Boric, se debía siquiera considerar a la barbarie que ocurrió como una opción para salir de la crisis que vivían los chilenos entonces. Demos los debates históricos sobre aquello que se debe debatir, pero también unámonos en lo fundamental, en la reparación de las víctimas, en la consecución de la verdad y la memoria, sobre todo en encontrar a quienes siguen desaparecidos, a aliviar el dolor de aquellos que siguen preguntando ¿Dónde están?

Nunca más, ni aquí, ni allá, ni en ningún lugar. Libertad para todos, para siempre. Democracia, siempre.

¡Ánimo!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-henao-castro/

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