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Las lecturas ofrecen caminos de análisis insospechados, un buen libro nos puede ayudar a entender más de lo que inicialmente se cree. Preparando mi clase de cada semana me crucé con el video en el que el alcalde Daniel Quintero, en medio del ingreso a un acto público del gobierno nacional, se enfrenta a punta de megáfono con un grupo de manifestantes opositores. La lógica de la disputa es la del amigo y enemigo con Quintero, sus subalternos y algunos simpatizantes, por un lado, y un grupo de manifestantes, que el alcalde califica de uribistas, por el otro.
Al ver el video no pude evitar repensar ciertas cosas sobre el alcalde: que no tiene la altura para el cargo, que la ciudad le queda grande, pero en su grandeza se resiste y se mantiene a tal punto que Medellín es un estado local tan fuerte que, aunque con heridas, soportará a un gobierno deficiente como el actual. Pensaba que a Daniel Quintero la fachada se le cae de a pocos, pero no logra golpearlo del todo en la medida en que con incoherencia puede seguir hablando de paz mientas incita a la violencia al igual que mantiene niveles muy considerables de aceptación a pesar de su baja ejecutoria en términos gubernamentales.
Pensaba también en lo difícil que serán las próximas elecciones, en especial porque queda el antecedente que cualquiera sin mérito puede ser el alcalde de la ciudad y gobernar con un gabinete errático que no cumple sus funciones, que se puede engañar a los electores, y que quien sea que llegue, si es que llegase uno distinto al equipo del actual alcalde (cosa que no es sencilla), tendrá que pensarse como un gobierno de transición que no hará mucho sino que empezará a sanar y a reparar los huecos que deje Quintero a su salida.
Pensando en esto, el libro El Pasillo Estrecho de Daron Acemoglu y James Robinson me recordó que la clase no se prepara sola y que la lectura debía continuar, lo que no sabía es que la misma lectura me llevaría a pensar de nuevo en el mismo tema. Les cuento la razón.
Plantean Acemoglu y Robinson que el populismo aparece a finales del siglo XIX en Estados Unidos ligado al Partido del Pueblo y aunque en la actualidad no se tenga una definición acordada y por populismo se hable de cosas que son distintas y variadas, es posible encontrar algunos rasgos comunes a los movimientos populistas, aquí es donde veo similitudes con Daniel Quintero y su forma de actuar.
Los populistas tienen una retórica que pone al “pueblo” contra una “élite taimada”. Para el caso de Quintero su objetivo ha sido lo que él llama uribismo, también el fajardismo y el GEA. El video del agarrón con los uribistas y que direccione su pelea contra ese espectro político que está de capa caída en el sistema colombiano es muy significativo. La lógica populista de Quintero allana el camino en la ciudad para la polarización y las trincheras ideológicas, su falta de resultados tangibles de gobierno lo dejan en un punto en el que la pelea es simbólica y pocos símbolos son tan fuertes como los del uribismo para poder pelear contra ellos. Esto lo hace en una ciudad en donde electoralmente nunca puso el uribismo un alcalde, de hecho, fueron sistemáticamente derrotados.
El segundo rasgo del populismo que considero relacionado a Quintero es el que señala que los populistas ponen el énfasis en la necesidad de arreglar el sistema y las instituciones porque no están funcionando para defender intereses del pueblo, al menos no los intereses que el populista interpreta. De nuevo la teoría casa muy bien, en particular en lo que tiene que ver con instituciones emblemáticas como EPM o lo que en su momento se llamó la alianza Universidad – Empresa – Estado. Pese a los éxitos probados de estas organizaciones e instancias, pese incluso a que la misma EPM defenestrada por Quintero y sus funcionarios lograrán sacar adelante el reto de Hidroituango, a pesar del sabotaje del propio alcalde, este se ensaña en acabar con las instituciones y su negativa a someterse a sus intereses, que disfraza como los del pueblo.
En tercer lugar, está que el populismo se nutre de la confianza en un líder que supuestamente representa los verdaderos deseos e intereses del pueblo, este líder no puede ser llamado a cumplir con las normatividades o controles al poder porque esta es una forma de obstaculizar la relación entre el “pueblo” y el líder. De nuevo, con Quintero el molde no pudo ser más perfecto, pero esa protección del populista al pueblo es una verdadera trampa, el compromiso de generar mayor bienestar para el pueblo es una ficción en medio de la búsqueda incesante por nutrir las arcas y el bienestar privado de la élite gobernante, de Quintero y su equipo.
Una buena manera de romper la lógica con la que opera Quintero es desenmascarar su populismo y evidenciar que su discurso es vacío y poco efectivo, que no hay manera que las personas, los ciudadanos de Medellín, evidencien luego de su periodo una mejora tangible en su calidad de vida, todo lo contrario, el paso del populista Daniel Quintero por la Alcaldía de Medellín no dejará más que retrocesos para los ciudadanos y las instituciones.