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Un mes después de elecciones y de bajada la marea, ya es un buen momento para compartir algunas de mis reflexiones sobre los resultados de las mismas.
Quiero hablar específicamente de lo que me compete a mí y a mis compañeros de lista, todos representantes de ese conocido “centro político” de Medellín, y aunque me ponen incómoda las denominaciones de derecha, centro e izquierda, la lista en la que participé, era claramente la lista que representaba el centro.
No me voy a detener en que entiendo o se entiende por “centro político”, no vale la pena en esta ocasión, hablaré de nosotros como grupo con vocación de representación política. Y no me voy a detener en que entendemos por centro, porque estoy segura de que ninguna definición abarcaría a todas las personas que hicimos parte de las listas Renace, pues entre nosotros mismos la diversidad era evidente y la diferencia de pensamientos e ideologías, muy notoria.
Llegar a las listas “Renace” fue muy complejo. Éramos muchas personas y muchos partidos que sabíamos que de forma independiente no lograríamos la meta, pero con una cantidad de dolores y diferencias entre nosotros, que ponerlos de lado para formar una sola lista fue una tarea titánica.
Yo hacía parte de Dignidad y Compromiso, un partido nuevo, sin mucho reconocimiento nacional y además intentando, internamente, poner a conversar grupos de personas con posturas ideológicas en ocasiones hasta opuestas, donde una de las pocas cosas que nos unía eran las ganas de hacer política decente, y sinceramente, gente decente encuentra uno en todas partes. Agradezco el esfuerzo que hicieron las directivas de Compromiso Ciudadano para que como movimiento pudiéramos llegar a un partido, las intenciones fueron buenas, no creo que tanto el resultado.
Conscientes de nuestra falta de reconocimiento nos unimos con otros, pretendiendo crecer nuestra fuerza. Primer gran error. Nos unimos con otros que no tenían una real intención de poder, ni la fuerza suficiente para hacerlo, así que nosotros, siendo pocos, sin mucho recorrido, ni recursos y solamente con muchas ganas, terminamos jalonando una lista completa en lugar de empujar entre todos.
Nos confiamos en un trabajo juicioso que hicimos varios, en un control político visible que algunos de nuestros candidatos hicieron por años en contra de la alcaldía de Daniel Quintero, esperando capitalizar esa rabia latente y convertirla en votos. Pero la estrategia falló y no fuimos capaces de entender lo que el electorado quería. Nos quedamos con nuestro mensaje, bonito y profundo, pero que a pocos tocó. Hicimos mucho control y muchas denuncias, pero los votos no se quedaron aquí, porque no fuimos lo suficientemente contundentes.
Este no es un error reciente. El centro político lleva ya años desconectado del electorado, sin saber leer sus emociones, sin lograr conectar con el mensaje que quieren escuchar. Nos quedamos en el vacío discurso de la decencia, diciendo que no somos de aquí ni de allá. Y no terminamos siendo efectivamente, de ninguna parte. No lideramos desde el centro causas concretas, no somos ni los de la educación, ni los del medio ambiente, ni los de la seguridad, ni los de nada. Porque las causas que se lideran desde aquí, que lo hemos hecho varios, no son causas del “centro”, son causas de algunos o algunas representantes del centro.
Sumado a lo anterior, el no haber sido capaces de consolidar una propuesta a la alcaldía viable o no haber tomado la decisión de sumarnos a otra con posibilidades de representar esa rabia del electorado, nos dejó por fuera de muchas discusiones de ciudad. El fenómeno “Daniel Quintero” polarizó la conversación, o estábamos con él o en contra de él, y a nosotros, que claramente estábamos en contra de él, nos tocaba dar demasiadas vueltas para explicarlo de cara a la Alcaldía. En esa explicación, la atención del votante se perdía.
Quiero dejar claro que no estoy culpando a la polarización, esa es la salida fácil. La culpa es nuestra que no supimos leer el contexto de polarización, la culpa es nuestra que no supimos llegar con el mensaje debido, la culpa es nuestra que no logramos pasar del activismo a la política.
El centro en Medellín y Antioquia entonces, si estaba muerto, estas elecciones lo remató. No hay, ni habrá espacio en varios años para un proyecto político de centro. La ciudadanía le tiene pánico a cualquier cosa que parezca “independiente” y con toda la razón. Lo último que nos dejó la palabra “independientes” fue una ciudad saqueada y acabada.
Estas elecciones fueron sin duda una gran derrota para el centro político, mas no para algunos políticos de centro. Para el espectro sí, para las personas quizás no. Nos permitió esta campaña identificar liderazgos muy interesantes, potenciar algunos que ya lo están haciendo muy bien en el Congreso, liderar causas de las que no se habló en otras listas y proyectos políticos con vocación de crecer. Eso sí, siempre que logremos salirnos del letargo al que nos ha traído “el centro” y seamos capaces de explotar eso que debería ser característico de una buena política, los datos, los argumentos, la ciencia y conectarlo con las emociones. Dejar de ser los aburridos del debate y llevar con inteligencia la razón y la emoción.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/manuela-restrepo/