Creerle a la víctima

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Durante esta semana, seguido a la famosa disputa legal entre los actores Johnny Deep y Amber Heard, por temas basados en violencia de género, los círculos rutinarios de conversación como almuerzos, salidas con amigos y redes sociales se han convertido en escenarios donde cada uno toma su posición: unos creyéndole a la supuesta víctima, otros poniéndose del lado del supuesto victimario. 

En mi casa, por lo menos, la discusión ha sido muy interesante. ¿Por qué creerle a ella si, en el caso de ella ganar, esto serviría para impulsar su carrera y por ahí derecho para ganarse algunos millones de dólares? Fácil, porque en el 99.9% de las denuncias por violencia de género, la victima tiene la razón. 

Claramente, este puede ser un caso perteneciente al 0.01% y tratarse de una falsa denuncia para satisfacer intereses de la actriz, pero, mientras la justicia no lo demuestre, pararse en ese 0.01% para dar por sentado que ella miente, es sin duda caer en una premisa discriminatoria basada únicamente en el género de la víctima. 

Informes de Naciones Unidas reflejan que el 80% de las víctimas de violencia de género no denuncian, y no lo hacen porque piensan -o saben- que de entrada tienen una mayor probabilidad de ser re victimizadas, de que en el proceso de investigación su dignidad se ponga en entredicho y se le cuestionen cosas pertenecientes a su fuero interno como su forma de vestir, de hablar y de pensar y que, al final, después de atravesar un viacrucis de interrogatorios copados de premisas machistas, de trámites deshumanizados y de señalamientos en su contra, el resultado del proceso no sea realmente reparador en proporción al daño ocasionado. 

El sistema en el que se resuelven las violencias de género es patriarcal y para explicar esto me quiero remitir a la definición de patriarcado de Salomé Gómez-Upegui en su libro Feminista por Accidente: “el patriarcado no se refiere a una persona sino a un sistema de sexismo institucionalizado, o sea a un sistema social en el que lo masculino otorga poder y lo femenino lo resta”. Como nuestro sistema es patriarcal y la víctima mujer de violencia de género entra a este en una evidente situación de desventaja, creerle en primer lugar y permitirle tener un proceso (sea judicial o no) con todas las garantías necesarias y respetuoso con su dignidad es un supuesto necesario para lograr encontrar la verdad de lo sucedido. 

Cuando una mujer denuncia a su victimario sabe que está entrando en una batalla donde, por lo menos, el sistema y la mayoría de personas involucradas ya la dan por mentirosa. Esto implica que la mujer, además de considerarse víctima, entra perdiendo y sabiendo que se tendrá que enfrentar a una mirada sesgada de su caso que, sin que nadie lo diga explícitamente, ella tendrá la carga de la prueba y el conjunto de instituciones encargadas de dirimir el mismo tendrán que abandonar sus prejuicios machistas para lograr tomar una decisión basada en hechos y derecho y no en sesgos discriminatorios. 

La mujer entra perdiendo. Entonces si entra perdiendo, si en el 99.9% de los casos se demuestra que ella tenía la razón, ¿por qué seguimos, como reacción natural, convirtiéndola en la mentirosa del caso aún sin que el mismo se haya estudiado?

No hablo aquí de pasar por encima de la presunción de inocencia. Hablo de considerar a la supuesta víctima como tal dentro del proceso y de permitir que él mismo, enfocado de la manera correcta, con las preguntas correctas, con el tono correcto, permita desentrañar lo sucedido y encontrar la verdad del caso. Porque sí es importante dejar algo supremamente claro y es que no hay feminismo que justifique la violencia, el feminismo ya de por sí es justicia, es verdad, entonces en el caso en que la mujer estuviese mintiendo, una decisión feminista y por lo tanto justa no podría ser a su favor. 

Del caso de Deep y Heard seguro seguiremos escuchando mucho más, lo que se ha visto hasta ahora ya da pruebas de una relación supremamente violenta y tóxica, pero esperemos que los resultados del mismo se obtengan dejando de lado todo tipo de prejuicios discriminatorios y basados únicamente en encontrar la verdad por fuera de cualquier duda razonable. 

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