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Pocas cosas me parecen tan grotescas como el modo “turbo” o exprés de ciertos servicios. Detrás de la promesa “tu pedido en 10 minutos” y de los “tiempos récord” hay un profundo desprecio por la vida. La aceptación irreflexiva de esta forma de entender el consumo nos condena a un delirio en el que parece que las cosas aparecieran de la nada y en el que nadie quiere pensar en las consecuencias sociales y ambientales de que sus deseos sean órdenes.
Digo que hay un desprecio por la vida por dos razones: la primera es que ella, que está sujeta a las leyes de la naturaleza y no a las de los hombres, no tiene modo exprés. Una hoja se desenrolla en el tiempo preciso, un cuerpo se forma de acuerdo a su propio ritmo y una fruta se madura cuando es, nunca antes. Aunque la obsesión de algunos sea doblegarla, la naturaleza ha probado que tratar de acelerar sus procesos no es una buena idea.
La segunda es que la aplicación comercial de lo exprés expone a las personas más vulnerables a situaciones que ponen en riesgo su vida. Por ejemplo, la empresa que promete a sus clientes que pueden tener en la puerta de su casa unas papas a la francesa y una gaseosa diez minutos después de haberlas deseado y ordenado por su aplicación, expone a un hombre joven, a una mujer joven, posiblemente migrante, seguramente pobre, a un accidente de tránsito que puede matarlo o dejarlo con secuelas permanentes. Las personas que justifican estos comportamientos egoístas apelando a la libertad y que sostienen que “los domiciliarios se dedican a eso porque quieren y si buscan unas mejores condiciones de vida deberían esforzarse”, no solo desprecian la vida: son despreciables.
La normalización del “modo turbo” no dice nada bueno de nuestra sociedad y deberíamos hablar sobre esto si queremos encontrar mejores formas de vivir juntos. Romper el encantamiento individualista para evaluar la relación de nuestras prácticas cotidianas con las injusticias que queremos superar y para generar sanciones sociales a las empresas que priorizan sus ganancias sobre la vida. Y, sobre todo, deberíamos cultivar una mirada crítica frente a la idea del bienestar que nos ofrece el mercado y que nos dice todo el tiempo, y de muchas maneras, que si lo quiero lo puedo, si lo sueño me lo merezco y si puedo pagarlo me pertenece.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/