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Hace un par de meses, la editorial de la Universidad de Pittsburgh publicó la investigación de uno de sus docentes, el profesor brasileño Mauro Porto. ¿El título? Mirrors of Whiteness: Media, Middle-Class Resentment, and the Rise of the Far Right in Brazil, algo así como Espejos de blancura: medios, resentimiento de la clase media y el ascenso de la extrema derecha en Brasil.

El libro en cuestión, dice la propia editorial, le da una mirada al renacer o envalentonamiento de la fuerza conservadora de la clase media blanca brasileña, que fue la que hizo posible que llegara al poder un personaje como Jair Bolsonaro.

En el libro, dice la editorial, Porto “identifica el surgimiento de un estado de pánico significativo entre los públicos de clase media luego de la ascensión económica y social relativa de los trabajadores de bajos ingresos, en su mayoría negros y morenos”. Pero por qué el miedo, de dónde vino. Es allí donde entra en escena la frase que le da título a la investigación y al libro: espejos de blancura.

“El libro destaca el papel de los medios de comunicación en la difusión de “espejos de blancura”, o esferas de representación que permiten a los brasileños blancos legitimar su poder mientras suavizan u ocultan las desigualdades e injusticias que ese poder genera”.

Claro, la investigación de Porto —como cualquier investigación que de verdad intente abordar con seriedad algo— no fue un asunto general, tuvo dos objetos de estudio: la telenovela Cheias de Charme (Llenas de encanto, me dice Google que eso traduce el título de esta novela producida y emitida por el gigante de medios de comunicación TV Globo) y la cobertura noticiosa de la revista semanal Veja.

El investigador encontró este asunto: los medios que analizó adoptaron la blancura como perspectiva ideológica, diseminando el resentimiento entre sus audiencias y fomentando la revuelta conservadora que tuvo lugar en Brasil entre 2013 y 2018.

En otras palabras: los medios crearon un relato que enardeció a unos cuantos lo suficiente como para, más desde el miedo que desde la razón, prefirieran votar por un tipo abiertamente peligroso no solo para las instituciones y la democracia (que tanto se ufanan de proteger los medios), sino para las personas.

¿Por qué estoy hablando de esto? Encontré una referencia al estudio de Mauro Porto hace poco, cuando empezó a circular en los medios de comunicación nacionales la misma historia repetida —e insulsa— sobre los costos del viaje de la vicepresidenta Francia Márquez a un par de países del continente africano, pero el recuerdo de la idea de un relato favorecedor hacia unos pocos, el lavado de cara del mal, se nos coló debajo de la puerta la semana pasada cuando Salvatore Mancuso recordó sus visitas a El Tiempo y un par de columnas que les ayudaron a fortalecer el mensaje del grupo armado que colideró, la idea, macabra y cruel, de que el paramilitarismo era nuestro mal menor. Las cifras lo desmienten.

Ahora bien, es cierto que no existe una mano oscura, una mente maestra dando órdenes aquí y allá sobre qué y cómo deben cubrir los medios de comunicación cada hecho que ocurre. No hay una componenda entre directores y dueños de periódicos, radios, portales y canales de televisión para crear un relato unificado sobre el gobierno de Gustavo Petro.

Pero también es cierto que existe un sistema de privilegios del que hacen parte algunos medios de comunicación y por eso su ejercicio informativo tiene el color del cristal a través del cual miran.

El informe Evaluación del riesgo de desinformación: el mercado de noticias en línea en Colombia revela que si bien en Colombia lo hacemos bien, los medios fallan en “publicar claramente sus fuentes de financiación en su sitio en lugar de en el sitio de la empresa matriz”. Y agrega que dicha información “ayuda a generar confianza en el sitio y disipar dudas sobre cómo se financia o sobre posibles fuentes de influencia o conflictos de intereses”. Es decir, que nos cuenten por dónde va el agua al molino, tal vez así sería más fácil comprender el porqué de ese papel de profetas del acabose en que parecen haberse convertido ciertos informadores.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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