Los gobiernos pasan, pero la maquinaria es eterna: no pasa ni se supera ni se transforma, porque no tiene ni ideología ni proyecto ni mucho menos una idea de sociedad. La maquinaria aguanta y se mantiene, porque no tiene incentivos para cambiar pues todos los gobiernos la alimentan, pero sobre todo, porque ha logrado escribir en piedra la sentencia con que empieza esta columna. Los gobiernos nacionales,-lo local ha demostrado dinámicas alternativas-, cuentan siempre con la maquinaria. Primero para ganar y luego para gobernar. Es un hecho y una tragedia.
No hay espacio para hacer una historia completa de esta tóxica relación, pero recordemos cómo en pleno proceso constituyente la Asamblea, con el objetivo de blindar la nueva constitución, decidió revocar el Congreso. “Los congresistas son unos cafres” le dijo el constituyente Carlos Lleras de la Fuente a Humberto de la Calle, en ese momento Ministro del Interior y encargado de las relaciones del gobierno con la Asamblea. Se revocó el congreso, se modificó el esquema de partidos para quitar el monopolio a los viejos partidos y sus caciques, y esa maquinaria, mañosa y resiliente, volvió al poder con la operación avispa ya no como parte de los grandes partidos sino en decenas de “partiditos”.
La maquinaria liberal fue fundamental para llevar a Ernesto Samper a la Presidencia en el 94, pero fue mucho más importante para evitar su caída cuando quedó claro que su campaña había recibido 6 millones de dólares del Cartel de Cali. Horacio Serpa, como Ministro de Gobierno, lideró la aplanadora que decretó la preclusión de la investigación en contra del presidente en la Cámara de Representantes. Aunque el representante investigador Heine Mogollón fue el más visible, los protagonistas de la época reconocen que se repartió burocracia, contratación y recursos vía cupos indicativos. Ante la posible judicialización de “un Presidente progresista”, ¿qué son unos voticos comprados con dineros públicos?
Los ochos años del gobierno Uribe, en concordancia con la historia y las formas políticas del Presidente, fueron una profundización del esquema “gobierno compra maquinaria”. Dos Ministros condenados por la compra de votos para aprobar la reforma constitucional de la reelección, son solo un ejemplo de cómo, “por los intereses superiores de la patria” se delinquió de la mano de la maquinaria. No olvidemos a Uribe, en medio del escándalo de la parapolítica, decirle a la maquinaria sin asomo de vergüenza “les voy a pedir a los congresistas que mientras no estén en la cárcel, voten”.
Santos, que llegaba con una amplia experiencia como ministro de Comercio Exterior, Hacienda y Defensa, desplegó todas sus habilidades en la relación con el congreso y siguió alimentando la maquinaria (Ñoños, Acuñas, Roys, Benedettis etc.) Algunos, me incluyo, estábamos convencidos de que el proceso de paz con las FARC era el avance más importante y urgente para el país, y nos hicimos los ciegos y los sordos frente al clientelismo descarado. Algo así como, “la paz lo vale todo” (que es otro “interés superior de la patria”).
Petro muy inteligentemente vistió a la maquinaria tradicional que lo acompañó en campaña con el reluciente traje del “cambio”. A la maquinaria la tiene sin cuidado qué traje le pongan, porque sabe que la invitan, no porque piensen parecido o crean en el proyecto, llámese samperista, uribista, santista o petrista, sino porque los necesitan para aprobar iniciativas y para ignorar y esconder la corrupción. Saben también que seguirán ahí pase lo que pase. Acá el “interés superior de la patria” es “el pueblo” y lo que el presidente interpreta como “pueblo”. Para lograr ese objetivo todo medio, método y modus operandi es válido. Los ejemplos son múltiples y variados y, en eso tienen razón algunos petristas, no son en nada diferentes a los usados por los gobiernos anteriores.
Pero precisamente en esa defensa de los medios está la gran tragedia de nuestra democracia y la razón por la que la maquinaria, inescrupulosa, corrupta y destructiva, sigue ahí tan campante. Todos los gobiernos han concluido que sin estos medios ilegales o contrarios a cualquier ética de lo público no es posible sacar adelante sus proyectos. Compra de votos en campaña, compra de votos en el congreso, parcelación de la burocracia en feudos y negocios privados con dineros públicos. Buscando fines deseables y legítimos como la paz, la modernización del Estado, la equidad, la apertura democrática y otros, los gobiernos han alimentado y fortalecido una maquinaria que es no solo fuente de delitos sino de una gran inequidad y de la profundización de las brechas sociales.
Los defensores del “todo vale”, todos, se matriculan en la escuela realista de la política y nos venden la idea (algunos con teorías y gráficas y otros con pura labia) de que no hay opción. La política es así y punto. Algunos lo hacen a pesar de que hicieron carrera en la oposición señalando y denunciando estos métodos y, algunos otros, que estrenan condición de oposición, hoy gritan, pero antes callaban…o cobraban. La democracia es el sistema en que los medios son protagonistas. Si lo importante son los fines, cualquier sistema es más efectivo que la democracia. Si no rompemos con el circulo vicioso del gobierno que alimenta a la maquinaria estamos condenados a seguir entre uribes y petros, pasando por Santos (o Vargas Lleras). Tiene que haber una opción distinta a estar en manos de la maquinaria.
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