Colombia no está corto de jóvenes interesados en política. Motivados por razones nobles, como la resolución de problemas complejos sobre desarrollo y la mejora del bienestar ciudadano, o por razones menos dignas, vinculadas a la disponibilidad de recursos y poder para beneficio privado, ya hay docenas de jóvenes que van perfilándose, inspirados por los grandes políticos de nuestra nación.
En Medellín se vive una crisis política por la mala administración de Daniel Quintero. Esto ha despertado frustración dentro de una ciudad que está acostumbrada, en general, a la buena gobernanza. Es en ese contexto que la juventud se ha manifestado. Algunos lo han hecho con con comentarios mesurados, deseosos de seguir entendiendo la compleja realidad social de una ciudad con millones de personas. Otros, como David Toledo, candidato al Concejo de Medellín, han canalizado esa frustración en discursos populistas, de odio, con frases etiquetadoras que atraen a diferentes personas que no quieren hacer el intento de entender la realidad de nuestra ciudad, su estado y la complejidad de una sociedad pluralista.
Ha sido un intento, en mi opinión patético, de movilizar a la sociedad en contra de las fuerzas oscuras del mal que se han tomado el país. Que ellos lo arreglarán. Eso es lo que pintan Toledo y su compañero Andrés “El Gury” Rodríguez en su movimiento “Medellín Cuenta Conmigo”. (Le recuerdo a “ El Gury” que tiene que sacarle la tecno-mecánica al carro.)
Creo que la crítica más “pujante”, como lo diría el mismo Toledo, a su acercamiento a la política, es la desidia de ideas propias y el foco incesante a ser un vigilante y moralista supremo de los políticos gobernantes. Lo diré así: a nadie lo han contratado para un puesto privado cuando en la entrevista se dedicó a hablar mal de la persona que antes lo ocupaba. El control político es necesario, pero no puede ser lo único que uno traiga a un cargo. Las únicas calificaciones que menciona Toledo sobre él mismo es que es “joven”, que dice “las cosas como son”, y que no es tibio. Un eslogan que repite al principio de cada uno de sus videos, que siempre son a los gritos y poniendo apodos ridículos a sus contrincantes.
A este resumen de habilidades se le suma tildar a todo izquierdoso como “terrorista” o parte de una “milicia urbana”. Este repudio absoluto y ciego a una sección política importante de la ciudad demuestra que cualquier tipo de poder que Toledo consiga va a ser usado en lo que el pinta como una cruzada de salvación del país, cuando en realidad será un violación a una concepción fundamental de cualquier mandatario: respeto a toda la sociedad.
Otra habilidad de Toledo es la ausencia de crítica a la fuerza pública del país. Su deseo de una sociedad ordenada e ideal viene de la presencia del Esmad en cualquier tipo de manifestación social. Es más, “ellos son los que necesitan protección”, dijo por ahí una vez en Twitter. Es, otra vez, un discurso simplista, alejado de las raíces de las movilizaciones sociales que ahora ellos, como oposición, han empezado a entender. Para Toledo, el orden es algo que se mantiene por fuerza y no se crea a través de bienestar.
Toledo se ha empezado a mojar los pies en el combito de la nueva derecha del país, liderado por Miguel Polo Polo y abrazado por el movimiento de ultraderecha “Salvación nacional”. Un movimiento que trata de evocar la imagen erudita y respetada de Álvaro Gómez Hurtado, pero que en vez se compone de un combo de uribistas nostálgicos y odiosos contra la vitalización de la izquierda. Se han encontrado en los zapatos que tanto repudiaban: marchando cada tres días. Un día por la revocatoria y otro día porque Petro “es un dictador”.
Ojo, mi crítica no va hacia el control sobre los despilfarros de Petro y de Quintero. Tampoco es una defensa de una Alcaldía que ha sacudido los cimientos de buena gobernanza y respeto que Medellín ha creado por tres décadas. Mi frustración está en la simplificación del discurso, la inclinación por palabras incendiarias y la falta de argumentación técnica sobre esas causas que necesitan argumentos robustos para proteger el bienestar del país.
La derecha joven del país, con los valores encomiables que la componen, con su espíritu emprendedor, con su defensa por la empresa privada, debe integrarse al aparato estatal. Pero no así. No con odio y populismo. No ayudando a polarizar más. No sin ideas, ni estudio, ni por lo menos un intento de traerle aspectos técnicos a su discurso.
Porque, si el sofismo ya trillado “de la forma como se llega al poder, así se gobierna” aplica, pues escoger a Toledo sería elegir a un gritón que se esconde detrás de las cagadas de unos para evitar tener que meter ideas propias. Una estrategia que funciona muy bien hasta que se alcanza el poder.
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