Que exista una caja de compensación implica un gran costo social, los parafiscales elevan los costos de contratación y, por ende, dificultan la creación de nuevo empleo y la formalización del ya existente, que no es un tema menor en un país donde 6 de cada 10 empleos, según el DANE, son informales. De hecho, ya es bastante discutible que la sociedad, a través de las cajas, dedique su atención y recursos a quienes tienen empleo formal, que ya por el mero hecho de la formalidad están bastante por encima en la pirámide de quienes trabajan sin contrato.
Por ello, mínimamente, el impacto social que logren las cajas con los parafiscales debería ser contundente para justificar, al menos, su costosa existencia. Agravado este sistema por la obligatoriedad de pertenecer a ellas que tienen los trabajadores, y las pocas opciones que hay para escoger: en Antioquia, por ejemplo, solo hay dos opciones, y una de ellas está paralizada en medio de una intervención del gobierno. Todo puede salir mal en un mercado obligatorio y sin competencia.
Por eso cuando Comfama se dedica a organizar eventos como el polémico “Congreso de Brujería” el punto no es la religión, no es lo profano, no es ser camanduleros. Es el dolor que da ver cómo la plata que debería darle calidad de vida a los estratos 1, 2 y 3 termina invertida en los caprichos intelectuales de los progres de estrato 5 y 6. Que tienen todo el derecho de tenerlos, claro está, pero no financiados con la plata de los trabajadores.
El comunicado de Comfama respondiendo a esta polémica es desastroso, pues dice displicentemente que “los recursos de la compensación familiar no son considerados por la ley como recursos públicos”. Una afirmación que, además de desconocer toda la legislación que regula las cajas, refleja la desconexión brutal con el propósito que debería tener esta organización y que es una afrenta ética. No son recursos del Estado, pero son recursos públicos para los trabajadores.
Sospecho profundamente de las cosas que tienen que ser obligatorias, algo no anda bien con ellas. ¿Qué pasaría si los trabajadores pudiesen elegir entre estar afiliados, o recibir ese 4 % del salario que aportan los empleadores a las cajas? Sospecho que la mayoría elegiría la segunda opción. Y no por ignorantes, al contrario, porque nadie administra la plata en función de sus necesidades mejor que uno. Comfama, en su soberbia, dejó al desnudo un modelo polémico, donde billones de pesos son administrados, obligatoriamente, sin la vigilancia y control que tienen otros recursos; y cuya existencia implica elevados costes laborales que afectan la creación de empleo y la formalidad. Y eso que Comfama es la caja de compensación de mostrar y tiene cosas buenas, imagínense el resto…
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