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Juan Pablo Trujillo

Carta a Jaime Garzón

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Este mes se cumplieron 23 años del asesinato de Jaime Garzón. Una de las cosas por las que más luchó y no pudo ver fue el cese al fuego definitivo entre las FARC y el Gobierno Nacional.   

Medellín, 23 junio de 2016

Señor

Jaime Hernando Garzón Forero

La presente es para informarle algunas cosas que han sucedido desde esa horrible mañana del 13 de agosto de 1999. Trataré de ser muy breve para no aburrirlo. Pasaré de largo muchos hechos para que lleguemos pronto al asunto que creo lo llenará de felicidad y esperanza.

Imagínese que tal como lo previó, “el pacifista y cooperativo”, a ese que “le cabía el país en la cabeza” llegó al poder y lo mantuvo durante 8 años. Sí, porque aunque usted no lo crea, el “dictador que necesitábamos” decidió que su labor de pacificación armada por todos los medios debía extenderse más allá de un periodo presidencial, por lo que citó a referéndum y modificó la constitución para permitirse continuar con su labor.

También pasó otra cosa que usted había pronosticado. Ese jovencito “entregado al estudio”, “que le sirvió a la patria desde la escuela naval”, “el candidato de los ángeles”, ese que “per se tenía el derecho”, se convirtió en el ministro de Defensa de aquel “iluminado en los soles de faruk”. Catapultado por la popularidad del “adelantado”, ese “muchacho que desde la cuna ya estaba designado para dirigir al país”, logró en 2010 lo que “por derecho natural le correspondía”. La gente votó por él convencida de que continuaría lo que su antecesor había dejado a medias (su lucha armada contra la guerrilla), sin embargo, pese a todos los pronósticos, “el muchacho” se desvió del camino y tomó un rumbo distinto al del presidente de la época, que usted conoció como el “dignísimo gobernador de Antioquia”. Decidió buscar la salida dialogada del conflicto.  

El 18 de octubre de 2012 se instaló otra mesa de conversaciones entre las Farc y el gobierno Nacional en Oslo, pero tranquilo, aunque tuvo muchos períodos difíciles, y por momentos tambaleó con el precipicio de rememorar viejas experiencias, la mesa en general estuvo bastante alejada de ese escenario que usted pudo acompañar en San Vicente del Caguán.

Luego de casi 4 años de “ires y venires”, de suspensiones de las negociaciones, de acordar la reforma agraria que usted tanto solicito, entre otras cosas, hoy Timochenko y el presidente de Colombia, “el muchachito con apellido de estirpe”, se saludaron en un acto que marcó el cese bilateral y definitivo entre las Farc y el Gobierno Nacional.      

El pesimismo se mantiene, aun nadie llega a las 8, seguimos extraviados de nuestra realidad y nuestra lógica sigue siendo tan absurda que muchos se oponen con cartelitos y pitos a lo acordado, a que empecemos a construir un país mejor, en lo que sería, a todas luces, “una antilógica al orden”. Pese a esto, las noches en las que cocinaba en su casa, tratando de que dos bandos irreconciliables discutieran y llegaran a acuerdos, hoy cobraron sentido.

Eso sería todo por el momento. Esperemos pues, señor Garzón, que el artículo 12 de la constitución, ese que los Wayuu tradujeron de forma inmejorable, empiece a ser la sentencia que rija nuestro destino y que “salvemos este país”, o que al menos, tengamos la oportunidad intentarlo.

P.D. al futuro.  Si le contara que ahora hay un remedo de Godofredo que quiso ser presidente, y probablemente lo vuelva a intentar, usted sí me lo creería.

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