Camuflar la línea ética con pinturita

La izquierda colombiana está clamando unión. Por supuesto que hablan de la unión electoral, porque en sus discursos no se menciona la necesidad de unir a la nación, de alejarse del sectarismo, la estigmatización y la confrontación con quien piensa distinto. Mucho menos de unirse en contra de la corrupción.

Yo no votaría por la izquierda: sus ideas y sus formas no me representan. Pero creo que la democracia necesita una izquierda digna, con principios, que no negocie su ética por unos likes o unos votos. Por eso, desde afuera, les hago un llamado: únanse… pero en contra de Quintero.

La consulta anunciada entre los siete precandidatos de ese sector político para el próximo 26 de octubre no es más que una pantomima, porque a un año de elecciones Petro ya eligió candidato.

Por eso, el mayor reto para que eso sea así, —por difícil que parezca— es distanciarse de la invitación velada que ha hecho el presidente; quien para definir a su sucesor no hizo un guiño, definió al menos un párrafo para la narrativa de quien pretende resetearlo todo. Con la denominada ‘constituyente’ se sopló de nuevo un globo que Daniel Quintero lanzó desde que apenas era un boceto de alcalde.

Tengan cuidado: Quintero y su séquito ya acabaron con Gustavo Bolívar; hoy el libretista parece estar neutralizado políticamente. Primero fue el regaño del presidente en sus últimos días de funcionario, luego la arremetida quinterista y ahora, tras la confesión de las prácticas con los ejércitos de influenciadores digitales, se le ve hasta achicopalado en las fotos de los precandidatos. Parece un extra en una historia que solía escribir.

Es la misma estrategia de siempre. Quien asome la cabeza para quedarse con la candidatura única de la izquierda recibirá martillazos en redes, calumnias disfrazadas de memes, ataques orquestados por influencers que se venden como independientes.

¿Y la ética? Bien, gracias. Pocos quieren recordar los comportamientos del exalcalde de Medellín —hoy imputado— ni la larga lista de funcionarios de su administración que están en líos con la justicia. La reputación se les cayó, pero la narrativa digital lo maquilla todo con filtros, bots y hashtags.

De negarse a hacerlo a un lado, ya ha perdido la izquierda. De ese modo el Pacto, no solo habrá empujado la línea ética —aún más de lo hecho en la contienda pasada—; sino que la habrá camuflado con pinturita.

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