Callar también mata

Escuchar artículo

Son días de imágenes horrorosas. De ilustración del horror del que es capaz el hombre, no a partir de libros de historia, sino de un presente que se alimenta sedientamente de sangre, como si la historia no fuera suficiente. Abrimos los ojos cada mañana para comprobar que todo es verdad y que aun hay más, que no ha pasado lo peor. Varios de los columnistas que más admiro escriben una y otra vez sobre Gaza, sobre Ucrania, sobre el sinsentido al que tantos parecen acostumbrados. Y eso es un alivio, una compañía en esa urgencia. Me impresiona es que tantos escriban de tantas otras cosas, que incluso ignoren por completo al elefante en la habitación, como si no pasara nada que nos estuviera sacando los ojos a todos, como si el elefante no se hubiera convertido en un monstruo. Algunos simplemente se sacuden la sangre. “La partida que se juega en momentos históricos decisivos empieza en el patio del colegio. El recreo es el ensayo general de nuestra forma de estar en el mundo. Proclamamos que, ante un rostro que sufre –un acoso, una agresión, una guerra–, no caben la traición ni la ecuánime distancia del espectador que contempla el naufragio. Pero la valentía es difícil: hay que ser muy fuertes para amparar al débil”, escribió Irene Vallejo. Y yo pienso que sí, que se puede intuir tantísimo desde el niño que detiene un maltrato o el que se ríe y lo impulsa, desde el que salva un insecto o el que lo aplasta. Se requiere coraje para defender lo débil, lo feo, lo impopular, para prestarle la propia voz y el propio cuerpo a la prevalencia del amor sobre el poder.

“No hay forma de acostumbrarse. (…) La guerra está ahí, a unos pocos miles de kilómetros, como en los viejos tiempos europeos, pero no sabemos escoger bien las palabras para hablar de ella”, escribió Lluís Bassets, uno de esos columnistas que insiste en Gaza cada semana, que sigue intentando elegir esas palabras que se escapan. No digo que todos tengan que opinar sobre cada cosa, pero si uno se dedica a escribir, a pensar el mundo y poner esos pensamientos en palabras, hay que expresar de alguna manera desconsuelo por la aniquilación de la idea de humanidad. Porque para qué se escribe sino para intentar hacer más bello el mundo.

Por eso admiro también a las ciudades en las que, semana tras semana, salen a marchar miles de personas para pedir un alto el fuego en Gaza. Ciudades con alma y con voz. Pasará el tiempo y la claridad de la atrocidad que vemos hoy será escalofriante, incluso para quienes aún, tras seis meses de desangre, no han sabido o no han querido ver. Será una claridad como un puñal y volverá la dolorosa pregunta de cómo pudimos permitir que pasara esto. Solo que ahora no será posible la excusa del Holocausto, que simplemente no sabían lo que sucedía. No hay ningún consuelo posible para esta pesadilla, ni lo habrá en el futuro para mitigar el recuerdo. Pero yo sí creo que sentirá distinto quien supo ver y se expresó a tiempo, quien reiteradamente puso el esfuerzo de su interior en palabras que le dijeran al mundo no más, así no es, detengamos la barbarie, no repitamos el horror, mañana seremos nosotros, mañana serán tus hijos, de tantísimas otras maneras.

El silencio, aunque precioso, ante el desangre consciente no es una opción. Sé que trabajaré el resto de mi vida en aprender cuándo callar, pero no tengo duda de que en casos como este romper el silencio es lo único humano. Callarse en situaciones complejas es cómodo, mediocre y es lo que permite la barbarie. “Todo empieza siendo pequeño, casi imperceptible. Un mero despiste. También la enfermedad. Y un cáncer puede confundirse con una faringitis, con una peca. Ocurre con las grandes tragedias, que hubo un principio, pero nadie estuvo atento porque se parecía a otras muchas cosas”, dice Laura Ferrero en Los astronautas. No hablar de algo, no querer verlo como hacen muchas familias con sus problemas, no significa que no esté pasando, no lo elimina, no minimiza sus efectos ni excluye a quien calla, sino que le aleja de la realidad y un día estalla y resulta que la peca era cáncer.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

5/5 - (6 votos)

Compartir

Te podría interesar