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Alguna vez le escuché a un político decir que había más gente buena que mala en el mundo. Nunca se me ha olvidado. Creo que ya lo había pensado antes pero no lo había recogido en una frase. La gente nace buena por naturaleza, o al menos eso pienso yo.

Estaba en Medellín en un viaje de trabajo y tenía que planchar la pinta que me iba a poner para la reunión del día siguiente. El aire acondicionado del cuarto del hotel no estaba funcionando entonces llamé a la recepción para que me ayudaran a arreglarlo. Como eran las diez de la noche mandaron a la única persona disponible, el guardia de seguridad. El tipo terminó de arreglar el aire pero como me vio embolatada, me dijo “mi mamá me enseñó a planchar, yo te puedo ayudar si quieres”. Entonces le entregué la plancha y comenzamos a charlar.

Se llama Ferneis. Nació hace 30 años en Turbo, un municipio portuario en el Urabá antioqueño. Tiene el pelo corto y pulido, no tiene barba y su uniforme de guardia de seguridad impecable, un traje negro con corbata negra. Le conté que había estado en Turbo porque mi mejor amiga era profesora en Carepa y se sorprendió, pues no era común que una barranquillera le echara esta historia.

Me contó que fue barbero y tenía su peluquería. Antes de eso, prestó servicio militar en Chocó luchando contra el Frente 57 de las FARC hasta el 2012. Después de que mataron a tres compañeros, decidió retirarse. Entró al ejército “sin saber a lo que iba”, dice que nunca entendió por qué peleaban. Gracias a haber sido militar le fue fácil conseguir trabajo en Medellín como guardia de seguridad. Piensa que en Colombia siempre va a haber guerra porque beneficia a demasiadas personas. Dijo “Los malos siempre van a existir… y el malandro siempre está buscando como hacerle daño a uno. Por eso me fui de Turbo”.  

Seguimos conversando, y Ferneis me cambió el tema. Me dijo que las mujeres tienen mayor habilidad “para las cosas como planchar”. Le pregunté por qué y me respondió que eso “era lo normal”, que las mujeres son mejores para esas cosas. Le dije que yo pensaba diferente, que era falso, pues soy mujer y no sé planchar ni me gusta cocinar. Le dije que mi novio me plancha y que él cocina muchísimo mejor que yo. Se rió pero no respondió. Entonces yo también me reí y le insistí en el estereotipo, pues él era el que planchaba mejor entre los dos. “Nunca lo había pensado así”, respondió. Terminó de planchar mi chaqueta y antes de salir me dijo que creía que yo nunca me he dedicado a las labores domésticas pues he estado pendiente de otras cosas como “estudiar y trabajar” en lo que me gusta. Tiene toda la razón.

Sola en el cuarto, trasnochada, en un hotel de sabanas de algodón, agua caliente y una persona al otro lado del teléfono para resolver cualquier necesidad que pueda tener, pensé en mi comodidad descarada -donde el guardia de seguridad me planchaba la ropa- pues siempre he tenido alguien que me la planche, entonces no he aprendido a hacerlo bien.

Pensé en mi privilegio injusto de tener las oportunidades y la libertad de estudiar y perseguir mis sueños. Pensé en las jóvenes y mujeres que fueron obligadas, o que no tuvieron las mismas oportunidades sobre todo por el deber ser de dedicarse a las labores de la casa y “atender al marido”.

Pensé en todas las personas que sirven solo por la belleza genuina de sus almas. Pensé en que Colombia está llena de buenas personas. Tantas buenas personas sin oportunidades ni comodidades, que resisten. Tantas buenas personas…

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/ana-paulina-maestre/

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