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Miguel Silva

Bogotá maniatada

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Uno de los mayores logros de Bogotá en los últimos 30 años está en peligro. El gobierno de Claudia López entregará buenos números, pero por que ha estado tirando la pelota hacia adelante, hacia el futuro, postergando el problema; serán los próximos alcaldes los que tendrán que enfrentarse al problema, cuando descubran que están maniatados y que tendrán poco margen de maniobra para cumplir con sus programas de gobierno.

Esta semana se conoció un ranking de inversión pública per cápita de las ciudades capitales en Colombia en el que Bogotá aparece ubicada en el segundo puesto con $2,5 millones de pesos por persona. Esto da cuenta de una de las fortalezas que ha construido el Distrito durante las últimas décadas: unas finanzas saludables y un ritmo de crecimiento tal que nos ha permitido redistribuir la riqueza mucho más que en otras ciudades.

En las próximas semanas, el gobierno distrital tendrá que presentar ante el Concejo de Bogotá el proyecto de presupuesto para la vigencia 2023, que podría estar rondando por los $27 billones de pesos. Durante esta administración, el presupuesto de gastos se ha venido incrementando año tras año y en él no se han visto reflejadas las reducciones en los ingresos producto de la pandemia.

La alcaldesa Claudia López no se ajustó el cinturón. Por el contrario, siguió una política expansiva de gasto público, siguiendo lineamientos ‘neokeynesianos’, según dijeron en su momento, como una medida que contribuiría a la reactivación de la economía y ayudaría a mitigar los efectos de las cuarentenas de 2020 y 2021. Valdría la pena que se estudiara técnicamente qué porcentaje del crecimiento económico de 2021 y 2022 es realmente atribuible, de manera directa, al gasto público.

En esa época se utilizaron expresiones como “Plan Marshall” o “Rescate social” para justificar el ritmo del gasto. ¿Era necesario endeudarse en vez de apretarse el cinturón y renunciar a algunos de los gastos del gobierno distrital? Lo pregunto porque en su momento advertimos que había que afectar lo menos posible la capacidad de endeudamiento del Distrito para viabilizar proyectos de infraestructura de transporte público como la segunda línea de metro y subsiguientes.

Precisamente, el lunes pasado, el Concejo le aprobó el tercer cupo de endeudamiento a esta administración; esta vez para financiar la segunda línea de metro. El problema es que al haberse endeudado para otro tipo de proyectos (y gastos de operación) durante 2021 y 2022, este nuevo cupo, en caso de utilizarse, llevará las finanzas del Distrito al límite y los próximos alcaldes no tendrán de otra que ajustarse el cinturón. Las renuncias que no quiso hacer Claudia López las tendrán que hacer muy seguramente los próximos alcaldes.

La alcaldesa no hizo ninguna renuncia considerable frente a lo planteado en el Plan de Desarrollo. El ritmo de gasto se mantuvo, pero se reemplazaron los ingresos corrientes por recursos de crédito. Incluso, como lo he señalado antes, se llegó a financiar la operación del transporte público con endeudamiento.

En lugar de ajustar sus gastos, el gobierno decidió comprometer los recursos de las siguientes administraciones y dar un paso hacia un modelo insostenible de financiación del transporte público, ya que el número de pasajeros no ha vuelto a sus niveles de antes de la pandemia y la Alcaldía no ha efectuado recortes presupuestales a otros sectores, este año, otra vez, se verá obligada a pagar la operación del sistema con recursos de crédito.

Como ya lo había planteado antes, es como si Ud. apreciado lector, hubiese pagado la mitad de sus pasajes de transporte público del año pasado, con avances de la tarjeta de crédito, diferidos a 120 cuotas y, además, este año estuviera pensando en hacer lo mismo. Ud. no va a sentir el problema este año, ni el siguiente, pero sí a los cuatro o cinco años cuando los intereses de estos créditos se estén comiendo sus ingresos.

La diferencia en este caso es que la alcaldesa se va el 31 de diciembre de 2023, se desentiende del problema, mientras que nosotros seguiremos pagando impuestos. ¿A dónde deberían ir esos impuestos del futuro? ¿A pagarle intereses a los bancos o a invertir en los problemas de la gente?

La alcaldesa tuvo la fortuna de encontrar unas finanzas públicas saludables para enfrentar la pandemia; se ha venido gastando una parte de los recursos de los próximos gobiernos, pero estos a su vez no podrán hacerlo. El modelo del gasto público tiene unos límites de ley (358 de 1997) en Colombia, y Bogotá se acerca peligrosamente a ellos por primera vez en veinte años.

Como es una discusión tan técnica, es al mismo tiempo excluyente. Pocas, muy pocas personas estamos enteradas de la discusión. Creo yo que incluso algunos concejales ni entendieron. No los culpo. Insisto, es un tema muy difícil de entender. Claudia López lo sabe, por eso ha salido a sacar pecho por obras que aún no existen, pero ha guardado silencio sobre los efectos de la política fiscal de su gobierno para los próximos años. No lo hará. No le importa. Su prioridad es la campaña a la presidencia. Siempre lo ha sido. No la culpo. Es legítimo. Cada loro en su estaca.

Nos corresponde a los ciudadanos realizar un examen crítico, honesto, serio y realista de las proyecciones de las finanzas públicas del Distrito para los próximos quince años y hablarle con franqueza a la gente. Incluso, creo que este debería ser un punto inicial que convoque a muchos sectores para pensar en alternativas para los próximos años. Será muy difícil mantener el ritmo de gasto en Bogotá y esto nos llevará a replantear muchas cosas en el gobierno de la ciudad.

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