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Desde que las mujeres comenzamos a participar en la vida pública, han sido varias las encrucijadas y los aprendizajes sobre este ejercicio. Fuimos entendiendo poco a poco que era necesario que llegáramos allí; reconocíamos la importancia de participar en roles de toma de decisión, cargos públicos, escenarios técnicos, entre otros, pues la representatividad es importante. Por ello, felicito a las 22 mujeres alcaldesas en Antioquia, a las 2 diputadas en la asamblea y a las 4 concejalas en Medellín.
No obstante, también aprendimos que la representatividad no es suficiente; entendimos que ellas deben estar sensibilizadas sobre los temas y ojalá tengan una agenda de derechos a favor de las mujeres y las poblaciones más empobrecidas, feminizadas e invisibilizadas.
Sin embargo, hace algunos años comenzamos a sentir en la arena de la política electoral que esto no bastaba, sino que las mujeres debían reconocerse como feministas, pues en medio de la diversidad que es esta corriente y de su multiplicidad de manifestaciones, se hacen necesario unos acuerdos comunes sobre la agenda que se desea movilizar.
Pero hoy, luego de ver las elecciones, ver lo que sucedió con el Movimiento Estamos Listas, con el movimiento Electas y sus candidatas, me pregunto: ¿basta sólo con nombrarse feminista?, ¿esto es suficiente para apoyar un proceso político?
Tengo esta pregunta, porque fue profundamente triste no poder sentir que un movimiento aportara a la conversación electoral desde otras orillas.Ver los pronunciamientos de la última semana, las alianzas que se hicieron, los descargos públicos a las decisiones de las otras, nos muestra que no hemos construido formas de hacer política electoral distinta. La imaginación política se nos está agotando y nos vemos reproduciendo los mismos patrones.
Pensamos que las feministas tendrían una forma de hacer política alternativa y nos dimos cuenta de que aún no; nos sigue faltando camino para construir unas formas de hacer poder, respeto por los acuerdos políticos y unas agendas ciudadanas con las fuerzas que implican.
Quisiera traer esta reflexión para que no cometamos un error tonto que siguen cometiendo los que se hacen llamar “centro”, por ejemplo. Estos consideran que sólo por nombrarse desde allí ya están alejados de formas de hacer política tradicional; creen que con declarar sus valores y concebir sus principios políticos ya resueltos es suficiente para comprender una ciudad. Peor aún, creen con la intelectualidad formada y la capacidad de construir país a punta de papers, contactos y twitter, entonces ya, eso es una legitimidad para la ciudad y quienes no los apoyan es porque no han entendido. Develando su incapacidad de leer el contexto, la gente, el lenguaje de la gente, salir de las zonas comunes para enfrentarse a otras conversaciones.
Ese centro, que tuvo más esfuerzos en hablar mal del actual alcalde que en construir proyecto político, que se gasta muchos recursos en programas de liderazgo, pero no es capaz de armar un movimiento digno; estos que hablan varios idiomas, conocen el mundo, y sus diplomas les dan estatus, creen que con eso basta para ser la solución a una ciudad.
Me preocupa que los feminismos se conviertan en una superioridad moral que no es capaz de entender los contextos, de construir acuerdos colectivos y que, por ende, de ser posibilidad de esperanza en medio de estas incertidumbres.
Construyamos una agenda y una forma de hacer política que nos permita la vida, no la muerte de los procesos colectivos que apenas están naciendo. ¿Será que nos leemos juntas El País de las Mujeres y volvemos a hacer movimiento? Aprendamos a jugar en política, volvamos a imaginar.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/