Antioquia federal

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Sobre la avenida la playa en la ciudad de Medellín se produjo la marcha soberana de la República Federal de Antioquia. Era mediodía y junto a unos amigos comía tamal en un restaurante tolimense de la zona. Al escuchar las arengas de: viva Antioquia Federal, hagamos grande a Antioquia y Antioquia para los antioqueños, fue inevitable sentirme mal. Por un segundo estuve tentado a preguntarle a la persona que atendía la mesa si tenía una mazamorra que apaciguara mi culpa. Era evidente que no estaba apoyando la causa.

La marcha era liderada por aproximadamente 20 personas entre los 40 y 70 años, quienes ondeaban las banderas de Israel, Estados Unidos, Ucrania, El Salvador y por supuesto, la de Antioquia, ahora con tres líneas verdes horizontales y 9 estrellas en un costado. Ante la mirada distraída de los turistas, podría sospecharse que esta es una copia de la bandera norteamericana, pero para quienes han estado esperando desde el 1813 “la independencia de Antioquia” y así alcanzar el sueño antioqueño, no tendrá discusión este hecho.

Dos buses escaleras, mejor conocidos como chivas, acompañaban la marcha. El himno antioqueño se proyectaba desde el primer vehículo, el último, fue destinado para las consignas en contra de todo lo que no fuese antioqueño, católico y de derecha. Los transeúntes se iban adjuntando según sus intereses, adelante se reivindicaban las buenas costumbres, en la parte final, se encarnaba aquella frase del Filósofo Francés, Jean Paul Sartre: “el infierno son los otros”.

Desde los balcones, algunas personas les gritaban a los integrantes de la marcha: “asesinos”, “vendidos” y “genocidas”. Ambas posiciones, tanto la de los marchantes como la de los espectadores, no se pueden justificar bajo la defensa de sus ideas, porque es evidente que el objetivo de ambos es eliminar al contrario, al menos desde el plano político. Asunto no menor, en la medida en que no reconocer el derecho a pensar distinto dentro de la sociedad, es la principal característica de la segregación.

Intrigado por este evento, salí del restaurante con la intensión de entender mejor lo que estaba pasando. Así que le consulté a un par de espectadores que tomaban fotos con sus celulares sobre quién lideraba el evento. De forma rápida, me contaron que no es la primera vez que presencian este tipo de marchas en la ciudad, al parecer son promovidas entre un grupo de “ciudadanos de bien” y algunos políticos de la región, entre los que se distingue el excandidato a la Gobernación de Antioquia, Mauricio Tobón.

Este dato fue esclarecedor. Pude recordar que en las elecciones pasadas del 2023, este político disruptivo argumentaba a los medios de comunicación: “Si Gustavo Petro pretende acosar a Antioquia, no lo va a lograr, debemos tener estados y quitarle el poder al centralismo”.

La marcha continuó su curso en medio de las arengas y de algunos selfis por parte de los asistentes. Sin embargo, bajo la premisa de ejercer la democracia en el espacio público, fue evidente un alto nivel de violencia a la hora de referirse como ciudadanos de segunda categoría a quienes no ostentan el título de antioqueños. Esta situación no se puede obviar en la sociedad colombiana, donde históricamente se ha calificado como adversario a quien se ve y piensa diferente.

La República Federal de Antioquia por ahora es una idea más cercana a la ficción que a la realidad, no obstante, queda claro que existen intereses por parte de distintos sectores, para amplificar un correlato entre la descentralización como respuesta a las inequidades sociales y la concentración de poder en manos de unos pocos. Terminada la marcha, me dirigí hacia el aeropuerto a tomar un vuelo que tenía programado. Justo antes de abordar el avión, en la sala de espera, a un extranjero le impidieron su viaje porque había olvidado el pasaporte, di gracias a la vida por todavía poder viajar por Colombia sin paisaporte. Dicho esto, comeré tamal sin ninguna culpa.

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