Hasta la historia de la independencia la han contado desde el centralismo, pues nos han querido hacer creer que Colombia se independizó de España, especialmente utilizando las fechas que le aluden a Bogotá, cuando la idea de este nuevo país tardó mucho tiempo en aparecer luego de la separación de la Madre Patria y, en realidad, cada región vivió su propio proceso, como Antioquia, cuando Juan del Corral firmó el acta de independencia del “Estado Libre y Independiente” el 11 de agosto de 1813.
Tan perdida está esta historia, que muchos antioqueños la celebran sin percatarse de lo que hacen. Saben que es el día de la antioqueñidad en los colegios, que hay Feria de Flores y Desfile de Silleteros, que Teleantioquia celebra su cumpleaños… pero son pocos quienes conocen del trasfondo histórico.
Hecho que, paradójicamente, le da más mérito a la celebración. Pues la necesidad de celebrar la particularidad de nuestra cultura, que nos hace una Nación dentro de otra, es espontánea, popular, festiva, más allá de cualquier intención política o histórica. Salir de sombrero y mulera no es una imposición estatal, es una expresión genuina.
Antioquia es algo así como un león dormido, orgulloso pero tranquilo, que prefiere la calma, pues sabe que es el mejor ambiente para la prosperidad y los negocios. Sin embargo, nuestra forma de ver el mundo tiene un problema: es incompatible con la izquierda, pues aquí el progreso no se envidia, se anhela. Nos hemos convertido en un obstáculo para quienes pretenden cambiar los valores de Colombia. Y son ellos, no nosotros, quienes con sus persecuciones como la desfinanciación a las grandes obras de progreso o la liberación de criminales locales, están haciendo que queramos pasar de ese sentirnos diferentes en la cultura, a querer ser diferentes en lo político, en la administración pública. Han despertado al león, y nuestro gobernador tiene toda la razón: si Antioquia resiste, Colombia se salva. ¡Felices 212 años!
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