Anatomía de un tropiezo

Anatomía de un tropiezo

Escuchar artículo

Los seres humanos somos muy buenos para diagnosticar, pero no tanto así para elegir. Curiosamente, aún con información disponible a la mano hay asuntos sobre los que reiteradamente decidimos mal, lo cual ocurre, entre otras cosas, porque nuestras mentes están diseñadas para ahorrar energía –el cerebro consume aproximadamente el 20% de la energía del cuerpo, aunque representa solo el 2% de su peso– y porque sobrestimamos eventos que difícilmente ocurrirán –como ganar la lotería–, al tiempo que subestimamos otros más comunes –como resfriarse–. Esto se comprueba fácilmente al ver a una persona aferrada con optimismo a la idea de haber elegido la combinación de números correcta del Baloto, ignorando que tiene más de 15 millones de posibilidades para perder, o al observar a despreocupados que se suben en un avión al lado de alguien enfermo, creyendo que su salud se mantendrá intacta.

En el caso de la política electoral colombiana, el descuento hiperbólico, que no es otra cosa que el afán que tenemos las personas por las recompensas inmediatas, nos ha conducido a equivocarnos en la elección de muchas de las personas que guían al país. Creer que un candidato nos va a llevar a conocer el mar, o que acabará en tres meses con un conflicto que cuenta más de cinco décadas, son precisamente el tipo de emociones que utilizan los candidatos para atraer la atención y la emoción de las personas hacia soluciones rápidas y que, por cuenta del ahorro de energía de nuestros cerebros, nos llevan a aferrarnos a sus ideas como la persona que se aferra a ganarse el Baloto.

Luego vienen los inconvenientes y sus consecuencias, que sí sabemos diagnosticar, indicando con precisión dónde se encuentran los males que aquejan a nuestra nación. Presentamos análisis variopintos de porqué tal o cual persona, tal o cual reforma, tal o cual decisión nos empeoró. Y curiosamente creemos haber aprendido la lección, pero la realidad dice otra cosa: dice que tenemos la misma predisposición a ser engañados por quienes nos ofrecen antídotos sencillos, mientras que rechazamos las ideas complejas de quienes, con más razón que emoción, proponen alternativas sensatas, imperfectas e inacabadas para corregir el rumbo y mejorar nuestro bienestar de una forma progresiva.

Desde ya la amplia mayoría diagnosticamos que las elecciones presidenciales del 2026 estarán marcadas por la desinformación, el populismo, el juego sucio, así como las promesas vacías de contenido y llenas de emociones. ¿Y caeremos de nuevo en estas trampas? con la emoción diré que no; con la razón, que sí. Espero equivocarme.

El diagnóstico también contempla que Colombia necesita un presidente con una gran capacidad de dirección, que dé la claridad de hacia dónde debemos ir, al tiempo que nos conecte con la mística propia de los grandes líderes, que saben cómo inyectar energía en las personas y motivarlas hacia un propósito compartido, así este represente un camino difícil por recorrer.

Estamos en un momento inapropiado para las heurísticas, esos atajos que toma la mente para evitar reflexionar con mayor profundidad. No podemos permitir que las emociones anulen a la lógica. Este es un elemento clave que deberán tener presente los candidatos que técnicamente son excepcionales, pero que les cuesta inyectarle energía a los demás; si no logran entregar el dato con un relato estarán condenados a la derrota, pues, tristemente, en la política electoral de nuestro país no ganan las propuestas sino las emociones.

Pero al margen de todo esto, la mayor responsabilidad la tenemos los ciudadanos. ¿Seguiremos haciendo grandes diagnósticos, pero fallando en las elecciones? o cambiaremos el rumbo para tener, quizá, a un líder más ‘aburrido’, pero mejor. Hay que elegir bien.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/andres-jimenez/

5/5 - (4 votos)

Compartir

Te podría interesar