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El algoritmo está mostrándome con mucha insistencia la historia de personas que renunciaron a sus trabajos “exitosos” para dedicarse a oficios o labores que, aparentemente, gozan de menos reputación laboral. Circula por ahí la idea de “ambición silenciosa” y sus características. En conversaciones con amigos y colegas también se empieza a notar la tendencia a buscar serenidad y equilibrio entre las facetas de la vida.

El capitalismo que pondera la hipercompetencia manda continuos mensajes sobre cómo ser exitoso: ascender en la escala laboral, asumir responsabilidades que desbordan las propias capacidades, tener don de mando, ganar estatus y poder. Esto ligado a la promesa de altos salarios. Y todo ello, exhibirlo: consumir. Hay en esas narrativas una alta estima al dedicarle la vida al trabajo para “tener más” calidad de vida.

Pero ese “tener más” no es sinónimo de mejor. Lo que no nos cuentan tiene que ver con los desgastes en términos de salud y de estabilidad emocional. Aún hoy, quienes ascienden (casi siempre hombres), se exponen a hipotecar su vida por el rol, que llega con poder, reconocimiento y dinero; y también con estrés, sentimiento de vacío, angustias y frustraciones.

Quienes renuncian a esos empleos coinciden en el argumento de preservar la calidad de vida en términos de bienestar mental y emocional. Dicen que asumir cargos de alta responsabilidad es acortarse la vida. Prefieren menos estatus y menos dinero mensual, pero, por ejemplo, contar con tiempo para compartir con la familia o para disfrutar de espacios de ocio. Es decir, fracturan el paradigma de aquello que nos enseñaron como éxito y salen a buscar formas de vida más sobrias.

Estas personas son conscientes de que necesitan estabilidad laboral, esa que da recibir el ingreso mensual y contar con prestaciones laborales. Además, buscan que sus trabajos tengan sentido. Entonces, su opción vital no es dejar de trabajar, sino moderar la ambición del ascenso laboral y, más bien, enfocar sus esfuerzos en equilibrar la vida fortaleciendo otras dimensiones vitales, relacionadas, por ejemplo, con encontrar el reconocimiento de su labor en el compartir y no el competir.

Llegamos a estos escenarios por la suma de variables. Por mencionar algunas: la presencia de más mujeres en ámbitos organizacionales ha impulsado a algunos hombres que deciden asumir roles familiares más activos. Hombres que comparten las cargas del hogar y disfrutan de esos procesos. Ellos quieren ser padres presentes y ellas desarrollo profesional. Entonces ambos participan en espacios laborales, tienen autonomía y comparten responsabilidades en el hogar.

Otra variable es el cambio de enfoque en las formas de trabajo. Por ejemplo, el teletrabajo y el uso de nuevas tecnologías, para algunos, fue el descubrimiento de que no es necesario estar ocho horas en la oficina para cumplir con las responsabilidades. Se prioriza que las jornadas laborales no consuman la mayor parte del día, sino que se equilibren con otras agendas diarias.

Tienen una perspectiva del éxito en la que el estatus, el reconocimiento y el sentido no están determinados por la posición de liderazgo o poder, sino, por la búsqueda del equilibrio y salud física y mental ¿Ambición silenciosa? Suena idílico, pero está pasando.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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