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Y deberás amar
amar, amar hasta morir
-Quedándote o yéndote, Luis A. Spinetta
Hace unos días, el 8 de febrero, Luis Alberto Spinetta cumplió 12 años de haber dejado nuestro plano, volviéndose canción para siempre. Desde muy joven el Flaco, como se le conoce de cariño, empezó a componer una obra que marcaría los cimientos para toda una generación de músicos latinoamericanos. Hizo parte de diferentes bandas como Almendra, Spinetta Jade, Pescado Rabioso y Spinetta y los socios del desierto.
Su obra se caracterizó por juntar música y poesía, así como por no tenerle miedo a los sonidos y las mezclas extrañas. Por eso, puede no ser el artista que primero se le ocurra a uno para poner en una reunión de amigos. Pero la amistad fue un tema recurrente para él; a grandes rasgos, el amor: un poeta rara vez deja de hablar del amor y del alma. Y los evocó desde siempre: escribió Barro tal vez de tan solo 16 años, con una letra que refleja un nivel de introspección de alguien que ya ha tenido toda una vida de experiencias.
Muchos artistas hicieron parte de su vida; de hecho, hubo un momento en el que la mayoría estuvo presente: el concierto de Spinetta y las bandas eternas. Siempre me emociono cuando escucho Rezo por vos, junto a Charly García, que me recuerda a uno de mis mejores amigos. Sonrío con las versiones de Té para tres o Bajan, junto a Gustavo Cerati, y me conmuevo cuando suena Las cosas tienen movimiento, junto a Fito Páez.
Fito contó alguna vez que, sin haberlo conocido antes en persona, Spinetta lo vio en la calle y lo abordó con una pregunta: “¿Vos sos vos?”. Fito, que había crecido con afiches de Almendra junto a su cama, y que se había inspirado siempre en la obra del Flaco, le respondió con la misma pregunta, tal vez sin creerse lo que estaba ocurriendo. De ahí, lo abrazó y le dijo: “te quiero, Luis, no soy nada sin vos”. Desde eso fueron inseparables.
Sentarse a escuchar al Flaco es un placer. Sus composiciones requieren atención y detenimiento, con ese poder que tienen las grandes obras de encontrarles algún detalle o mensaje nuevo para la vida. Pero cuando llegué a su música, no fue uno de esos placeres que disfruté desde la primera vez, sino un gusto adquirido. Estos requieren incomodarse, ir más allá de nuestras costumbres. Se entra un poco a ciegas, cuestionándonos más de una vez por qué estamos escuchando esta melodía tan extraña o volada. Pero mientras hay grandes obras que se entienden al instante, otras, como la del Flaco, requieren segundas, terceras y quién sabe cuántas oportunidades. Yo me alegro de habérselas dado todas para asombrarme como lo he hecho hasta ahora.
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