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En materia de protección de derechos, el camino es todo menos lineal. Mientras damos un paso adelante, pareciera que nos corresponde devolvernos otros tres.
Las mujeres y otros colectivos tradicionalmente oprimidos como aquellos por cuestión de raza, de orientación o de identidad sexual hemos dado durante décadas una lucha ardua por nuestros derechos, porque al contrario de los miembros de los grupos dominantes, a nosotros nos toca no solo demostrar que tenemos los mismos derechos, sino convencerlos de la importancia de su garantía. Es un absoluto despropósito, lo sé.
Este es el mes en que se conmemora el orgullo LGBTQ+, también el mismo mes en el que el Partido Republicano de Texas dice que la homosexualidad es una decisión de vida anormal. Un paso adelante, tres atrás.
Dábamos por preliminarmente superada (o por lo menos en materia constitucional) la penalización del aborto en Colombia y el Presidente por medio de su Ministerio de Justicia, como uno de sus actos finales decide presentar una solicitud a la Corte Constitucional de nulidad de la sentencia que dictaminó que el aborto es legal hasta la semana 24 de gestación. Y mientras esto pasa aquí, en nuestro vecino norteamericano la Corte Suprema deroga el caso Roe Vs Wade y elimina el derecho constitucional a la interrupción del embarazo en todo el país. Nuevamente, un paso adelante, tres atrás.
Esto me lleva a mí a reflexionar en la importancia de los aliados en estas causas. Entendamos como aliados a aquellas personas que aún siendo miembros del grupo dominante y privilegiado (para los ejemplos puestos, hombres y heterosexuales cisgénero) participan “activa y públicamente” en la lucha por enfrentar y terminar con la opresión. Y uso comillas porque ahí es donde precisamente está lo complejo del asunto, tenemos muchos aliados de nombre, de etiqueta y pocos activos.
Algunas vertientes ideológicas cuestionan el rol de los aliados, yo por mi parte creo que su compromiso público y activismo en torno a las causas puede facilitar que los avances logrados se mantengan y el progreso hacía el estado ideal sea más rápido y eficiente.
Pero necesitamos entonces verdaderos aliados. No de papel, no de nombre. Aliados comprometidos con la causa, entendiendo que llegan a esta desde una posición de privilegio y que su principal tarea debe ser el cuestionamiento constante y público del mismo. Necesitamos aliados que sepan escuchar, escuchar para empatizar, para comprender, no para contra argumentar. No nos sirven supuestos aliados que pretenden arrebatarnos los espacios ganados de debate, ni que silencien las voces de quienes nos sentimos vulnerados.
Necesitamos aliados que quieran educarse, que les interese comprender lo complejo y profundo del tema y lo sistemático de las discriminaciones. Aliados que estén dispuestos a dedicar tiempo a formarse y a mirar con otros ojos las causas, distintos a los ojos del privilegio.
Queremos además aliados que interioricen la importancia de una disculpa, que no les cueste hacerse conscientes de sus propias exclusiones y que usen su voz y sus actos para expresar su deseo de deconstrucción.
Y por encima de todo, aliados que no teman al hablarle a sus iguales, que no les cueste plantar su posición frente a comentarios que reproducen estereotipos, que sean capaces de usar ese privilegio para apoyar la causa, que sirvan de multiplicadores de esta, que sean voces activas en todo escenario que participen.
Si usted entonces se autoidentifica como aliado de alguna causa, sea consciente de la responsabilidad de su papel, alce su voz, vuélvase activo. Solo así su apoyo será valioso, de lo contrario es únicamente una excusa más para auto vanagloriarse.