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¿Al fin qué?

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Me da un poco de temor asegurar que esto pasa en otras democracias del mundo porque me falta el conocimiento para hacerlo, pero puedo decir, sin temor a equivocarme, en Colombia vivimos en un debate casi esquizofrénico entre criticar a los políticos pero impedir su reemplazo a no ser que se trate de personas que se vean igual, hablen igual y actúen igual.

Desde hace muchos años nos quejamos de los mismos con las mismas haciendo lo mismo, pero los que lo hemos intentado sabemos cuánto se sufre tratando de conformar equipos de personas nuevas, alejadas de la política, que lleguen a jugar un papel en algo colectivo más grande.

Hay varias razones para que esto sea así. Por un lado, los políticos suelen ser bastante reacios a la llegada de personas con las cuales compartir su miserable cuota de poder y mermelada. Por otro lado, no son pocas las historias de gente sana, honesta, que de buena fe termina, algunas veces engañadas, cometiendo errores que le cuestan la libertad y el buen nombre, el riesgo es muy grande. Están también las personas que prefieren una vida más tranquila, alejadas del acoso permanente de los medios, y asi hay muchos casos para ilustrar la realidad de la pereza que genera participar en lo público.

Entonces tenemos pocos incentivos y barreras de entrada, pero a la vez el reclamo constante por algo distinto, distinto pero que cumpla con unos parámetros estrictos que suelen demostrar los que ya sabemos. Parámetros que son absolutamente subjetivos y que se imponen, implacables, al son de la vitalidad en las redes. Lo que para unos se aplaude porque aportan experiencia en otros campos por fuera de la política, para otros (as) se castiga porque no está a la altura de lo que no sé quien dijo que tenía que ser un político.

Yo entiendo que el sueño de todos es ser gobernados por los más ilustrados y magnánimos seres humanos, y por eso no estoy diciendo que tengan que renunciar a la idea de encontrar líderes que sepan casi todo de todos los temas pero, mientras tanto, yo seguiré buscando hombres y mujeres que se atrevan a aportar sus conocimientos, a aprender de lo que no sepan, a escuchar a los expertos, a ser la voz de personas que poca representación ha tenido; porque al fin y al cabo, los que saben de política, son quienes se han robado el país desde hace varias décadas.

Es muy cierto que Medellín y Colombia necesitan personas buenas y preparadas, por lo menos démonos la oportunidad de ver qué tanto puede aportar a nuestra sociedad la gente que levanta la mano antes de aplastarlos con el bullying fomentado por algunas malas experiencias recientes.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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