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En un primer momento da hasta risa: ver a gente colarse al estadio por el ducto del aire acondicionado y a otros tratando de subirse por una pared, mientras un policía los devuelve. Ahí estamos pintados, decimos. Luego da pena ajena: la final de  la Copa América se retrasó por los colados y las boletas revendidas.

Luego, además, llega la noticia del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurún, con uniforme de preso frente a una jueza en Miami por agresión física contra un guarda de seguridad. La pelea se fundó en el famoso usted no sabe quién soy yo y, pues claro, el guarda no sabía quién era Jesurún. Y ni le importaba.

Esta semana alguien recordó en Twitter un estudio de la OCDE que mostró que los niños de Colombia son los más egoístas del mundo. Busqué la noticia, de enero de este año, y la encontré en La W: Los estudiantes colombianos fueron los menos propensos a responder que ayudarían a un compañero de clase perdido, a compartir sus juguetes con un niño nuevo o a sentir lástima porque otro niño se cayera y lastimara.

En el artículo citan al profesor Alejandro Boada, director del Centro de Innovación de la Universidad Externado de Colombia, que dice que ese egoísmo tiene que ver con la corrupción. Explica: no hay conciencia de que existe el otro y el pensamiento es que si me quedo con esa plata se me arregla la vida. El colado piensa que se ahorró un pasaje, y celebra, pero no ve las consecuencias, el si todos hicieran eso no habría transporte público.

De acuerdo con la explicación. Colarse al partido como un me lo merezco: está tan cara la boleta, me entro con mis grandes habilidades, y pues no importa que haga quedar mal al país o que muchos que pagaron no hayan podido entrar, porque lo que importa es que el yo individual logre ver a James en vivo y en directo. Y no es que no hubiese argentinos colados, también los hubo, incluso un influencer que fue noticia porque mostró su hazaña en video. Pero la mancha amarilla fue la que más pasó por la televisión.

Para Boada, la responsabilidad –de ese egoísmo– recae sobre la educación: aprendemos cosas muy limitadas a nuestro punto de vista y no analizamos el contexto de los actos, las consecuencias de lo que hacemos. Contó esto: en los países nórdicos les enseñan la Ley de Jante, esa que dice que nadie es más importante que la persona de al lado, nadie es más importante que el otro.

En Colombia, en cambio, se celebra el vivo vive del bobo, la viveza de ese capaz de colarse a ver esa final tan inédita y la astucia del dirigente tan importante que incluso merece carta de clubes de fútbol respaldándolo porque ante todo salvaguardar a la familia y el honor. Como quien dice, justifiquemos los golpes porque es el dotor.

El dotor debería dar ejemplo porque su cargo importante le trae responsabilidades sociales. Porque alguien puede decir luego: si lo hace él, lo hago yo. Es un círculo: su comportamiento justifica a los colados. Ah, es que si el presidente de la Federación hizo lo que hizo, yo por qué no. 

Justificar su comportamiento, el de Jesurún y el de los colados, y el de tantos que hacen cosas que parecen simples como tomarse un yogur en el supermercado sin pagar, saltarse una fila, adelantarse donde no se puede en el carro –y en general esos pequeños actos de corrupción cotidiana que aceptamos porque parecen insignificantes– es seguir alimentando el estamos pintados, el así somos y celebremos porque los colombianos somos avispados y echaos pa’lante.

Ya es hora de que maduremos como sociedad y aceptemos que hay comportamientos que hemos aceptado como parte de nuestra idiosincrasia que no están bien. Colarse no está bien y lo de Jesurún estuvo mal y debería renunciar al cargo tan importante que tiene y los periodistas y clubes dejar de defender lo indefendible.

Cambiar empieza por enfrentarnos a ese egoísmo, entender que vivimos en comunidad, aprender que no hay otro más importante que uno, enseñarles a los niños y darles ejemplo, y que si cerramos los ojos ante lo que parece insignificante, pues nuestra sociedad seguirá rezagada porque todo eso también tiene que ver en nuestras decisiones y en el cómo funciona un país: a quién elegimos y cómo toman decisiones nuestros gobernantes.

Las normas son acuerdos entre los seres humanos. Son parte del sistema evolutivo: las hemos puesto para sobrevivir. Sobrevivamos entonces.

Cuando terminó el partido por la final de la Copa América, un amigo dijo: menos mal no ganamos porque hubieran destrozado el estadio.

Menos mal.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/

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