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Abrir los ojos

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Corro estos días rodeada de naturaleza, del reflejo quieto verde esmeralda de una represa, a su vez rodeada de bosque. Mi respiración a tope es el recordatorio, segundo a segundo, de lo difícil que es regresar cada día.

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“En un puñado de tierra del bosque se esconden más seres vivos que hombres hay sobre la tierra.”

La vida secreta de los árboles. Peter Wohlleben.

“El ser humano tiene la obligación de hallar belleza y sentido en todo momento. Más belleza que sentido; bueno, en realidad la belleza es el sentido.”

Los besos. Manuel Vilas.

Corro estos días rodeada de naturaleza, del reflejo quieto verde esmeralda de una represa, a su vez rodeada de bosque. Mi respiración a tope es el recordatorio, segundo a segundo, de lo difícil que es regresar cada día. Pero la respuesta de mi mente en medio de la bruma de la mañana, la calma del agua y el canto de los pájaros, que siguen ahí al amanecer, es la confirmación, una vez más, de que es justo eso lo que me mantiene cuerda, lo que me permite levantarme al día siguiente y volver.

Bordeando ese sendero por el que corro hay unas flores rojas cuya belleza invita a detenerse. Observándolas recordé algo que leí hace poco: que la flor eleva sus niveles de azúcar cuando se acerca un polinizador. Imagina, por ejemplo, a la abeja, la mariposa o el colibrí, agitando sus alitas alrededor de un árbol, y que entonces las flores se pongan alerta y sus mecanismos internos reaccionen para ser todo lo dulces que puedan ser, aumentando sus posibilidades de preservar la especie: que aquella abeja, mariposa o colibrí las elijan y lleven sus semillas a otro lugar. Me pareció alucinante. Aunque ya sé que todo lo relacionado con la naturaleza lo es. Su sabiduría, su magia, son silenciosas, lentas, van por dentro, pasan por debajo, se pueden apenas intuir a través de una belleza exorbitante y a la vez generosa, vulnerable y resiliente como nada más en el universo.

En La vida secreta de los árboles Peter Wohlleben se adentra en la comunicación de las raíces bajo la tierra para apoyarse y compartir nutrientes, en cómo los árboles se transmiten señales sonoras y olfativas a través del aire para alertarse sobre amenazas o espantar depredadores que se acercan, y en el dolor que sienten y el peligro que corren cuando les cortan una rama o hieren su corteza, o las relaciones entre los árboles mayores y las generaciones de hijos que esperan durante décadas en la parte baja del bosque para empezar a crecer y remplazar a sus padres después.

Si estás junto a la naturaleza, mírala distinto, contempla la envidiable lentitud de las plantas con la conciencia de que nada de lo que ves es solo eso, nada de todo aquello es normal, sino un estallido de vida y milagros encadenados que ocurren permanentemente a pesar nuestro para iluminar y hacer posible este mundo. Abre los ojos.

“Somos como un yin-yang de la vida, pero con una diferencia: que todos los animales juntos representan el 0,3% de la biomasa, una irrelevante parte de la realidad. Por el contrario, el 87% de la biomasa está constituida por las plantas. Así que, si me preguntan por una definición en una sola frase, diría que las pantas son la vida de nuestro planeta”, dijo Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal, en una entrevista en El País, explicando también que las plantas son extremadamente sensibles, mucho más que nosotros. “Como no pueden huir, necesitan sentir cada pequeño cambio para adaptar su fisiología a lo que va a ocurrir, por eso son increíblemente sensibles a cosas para las que nosotros somos completamente ciegos, como los gradientes químicos o los campos electromagnéticos. También son capaces de detectar sonidos, como una determinada frecuencia de unos 200 hercios. Cuando producimos esa frecuencia con un altavoz, todas las raíces crecen hacia el origen de ese sonido: es el mismo sonido del fluir del agua. Es por eso por lo que las plantas se sienten atraídas por las tuberías subterráneas, porque sienten el sonido del agua corriendo.” Y relató cómo en su laboratorio han comprobado que incluso cambian su forma de crecer dependiendo de si les dicen cosas bonitas o feas cada día, al percibir a esas personas como animales buenos o malos para ellas. Es maravilloso eso de experimentar a partir de la intuición y después confirmar esa intuición en los libros.

Así que yo corro y les doy gracias a las plantas por el aire y la belleza, por regalarme cordura. Recuerdo ese 0,3% que somos todos los animales y ese 87% que son ellas, las verdaderas protagonistas de la vida. Abrir los ojos desde el fondo, profundizar la mirada y contemplar, convierte la existencia en arte. No solo la hace más bonita, sino posible.

Otros escritos por esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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