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He visto en ustedes un deseo irremediable por complacer a los otros y una objeción a abandonar la tradición. Mis ojos los han pillado frustrados por su profundo deseo de mantener el mundo como era, con sus cuadros limpios, pisos pulidos y restricción perpetua. Me confunden sus ganas de implantar en otros sus formas. Proclaman que su mundo ideal es lo natural pero, al mismo tiempo, luchan diariamente para se viva como piensan. Mejor dicho, admiten que la perpetuidad de sus maneras está en sus manos. Porque acá en estás montañas que nos sofocan con aires viejos invadidos por partículas asesinas, respiramos a nuestros antepasados montañeros con su carriel y poncho al aire cálido de una primavera perpetua. Así como algunos los recuerdan como los paisanos berracos, emprendedores y amantes a su tierra, en otros prevalece su devoción infinita a la iglesia y su machismo. En estos años de esplendor y de libertades y de vidas que tienen como únicos limitantes los recursos y la imaginación, se confunden ustedes, entre nosotros, deseando mantener la decencia de la virginidad y la obligación del matrimonio. Luchan contra la perpetuidad de los tatuajes, con sus dogmas inmortales fundados en el miedo que sus hijos reviven aún treinta años después. Detestan el resplandor de los piercings mientras ciegan a los invitados con cubiertos pulidos y tendidos por damas que jamás tendrán el privilegio de usarlos. Viven en contradicciones continuas permitiendo sin limitante sus deseos, pero condenando de herejía a lo que no prefieren. Viven sumidos en el miedo al cambio y al “qué dirán”.
Resalto apenas observaciones que un afortunado forastero ha podido hacer en sus pocos años. No reniego con recelo de sus almuerzos aparatosos ni a sus cuadros antiguos. Adoro sus fincas con plazas coladas y bañadas por fuentes en piedra. Adoro su admiración al pasado y reconozco su noble valor de no dejar que la historia se olvide, de mantener nuestra identidad de pueblo.
Pero reniego su rechazo a las libertades y la obligación a sus descendientes a seguir por el camino que ustedes consideran. Mi crítica la dirijo a su encapsulamiento de la realidad. A la creencia de que hay una manera «correcta» de ser. La libertad no se trata de sexo suelto y lengua vulgar; no es tampoco una ideología política de opiniones compartidas. La libertad se trata sobre todo de la aceptación a las diferencias, pues he conocido a unos “godos” más liberales que gente en el partido verde gritando a favor de la marihuana en el congreso. La libertad se trata de dejar ser.
Cada quien debe vivir a su manera, tanto ustedes como los que dejan por acá.
Con cariño,
Un aprendiz liberal