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Nota preliminar. A raíz de las polémicas generadas por los tratos racistas y las celebraciones de los goles en el fútbol, reproduzco aquí este texto que escribí en 2016 y que compartí con algunos amigos, pero que no publiqué en ningún medio, porque creo que sigue teniendo vigencia para comprender estos fenómenos hoy.
A Orlando Berrío lo echó el árbitro charrúa Daniel Fedorczuk, lo provocó su compatriota el arquero Sebastián Sosa, pero lo expulsamos todos. Sí, todos los que pertenecemos y perpetuamos una sociedad racista, sea de forma activa, profiriendo insultos o haciendo chistes por el color de piel; o pasivamente, callando y no censurando a los anteriores, básicamente porque sentimos que no nos toca o porque nos justificamos aduciendo no percibirlo. Incubamos y calentamos esta expulsión a diario en nuestras (in) culturas. También las otras expulsiones y las que no se dieron, como la de Marlos, que salvo el gol hizo lo mismo que Berrío, porque padeció lo mismo que él.
Se equivocan y mucho los que han criticado a Berrío por “falta de madurez y profesionalismo para no dejarse provocar”: racionalismo para ángeles. También los que se quedan solo en la provocación de Sosa. Y se equivoca el mismo Berrío al tratar de justificarse: “cuando te dicen algo sobre tu color, eso nadie se lo aguanta”, dijo ante los medios. Nos justifica a los cómplices sin nosotros merecerlo. Si fuera de otro color, seguramente hubiera aguantado. Si fuera solo por los improperios de Sosa en este partido, tampoco se hubiera desquiciado y desquitado. Fue un colofón de una historia de ultrajes, de ofensas y de exclusiones, unas explícitas y otras más sutiles. Tarde o temprano iba a pasar. La represión tiene sus límites.
Podrá objetarse que los negros también son racistas. Estoy de acuerdo: casi todas las razas suelen serlo. Pero hay diferencias significativas. Un contexto de racismo generalizado es favorable a las razas dominantes porque se sienten ganadores en ese terreno. Volvamos al fútbol. Sería excepcional encontrar a un blanco que se haga expulsar por maltrato racista de un negro. Imaginemos el mismo escenario de Nacional-Rosario: aun si el morocho defensa Dávinson Sánchez le hubiera ofendido durante todo el partido por ser de raza blanca (“desteñido”, “insípido”, etc.) no veo al delantero argentino Marco Ruben haciendo ante Sánchez lo mismo de Berrío si hubiera anotado el gol de la clasificación ante Armani en el minuto 92, cuando la tuvo clara.
Berríos y Marlos hay por todas partes y en diferentes ámbitos. Similar al racismo, sucede con el machismo, la homofobia, el clasismo, la xenofobia y demás formas de exclusión, culturalmente tan arraigadas en tantos lares. Se da en todas las direcciones, pero los que en esa lógica se sienten ganadores, se hacen los de la vista gorda, cuando no es que la trivializan. Les parece exagerado porque no lo padecen, o son discriminados con menor intensidad. A quienes denuncian esta simetría e invitan a la emancipación de ellas, es decir, a no dejar que estas injusticias se institucionalicen, son tildados de paranoicos, susceptibles, sensibleros, lastimeros, cuando no de revolucionarios.
En su libro La risa o Ensayo sobre la manifestación de lo cómico, el filósofo francés Henri Bergson justifica el humor en la existencia de los seres humanos y sus defectos y yerros, pero hay una diferencia sustantiva entre los defectos que dependen de nuestras elecciones, y de las condiciones -que no defectos- que provienen de la naturaleza, de la genética o de grandes marcas culturales. La raza, la orientación sexual, el estrato socio-económico y el país de nacimiento suelen ser ajenas a nuestra voluntad. De ahí que las personas realmente cultas y no únicamente las informadas, letradas o enciclopédicas eviten hacer chistes sobre estos temas. Algunos países incluso penalizan este tipo de humor, que se pasa al ámbito de la burla.
El racismo toca ahora al Nacional, a sus hinchas y a los que disfrutamos del buen fútbol y queremos que ganen los mejores, como el cuadro verde en la Libertadores. Si la dignidad, aquella condición humana que nos otorga el derecho a ser tratados como iguales en tanto miembros de una misma especie, no es razón suficiente para rechazar las actitudes racistas, el desmantelamiento de Nacional para semifinales sí que es un motivo. Por el racismo campante en nuestra sociedad y personificado esta vez en Sebastián Sosa, terminaron expulsados Berrío y, por extensión, Sebastián Pérez de Nacional. Bajas muy sensibles para semifinales. También vieron las rojas otros jugadores de Rosario, un ayudante de Nacional, y tuvieron la fortuna del indulto varios actores más, especialmente Marlos, que celebró igual que Berrío el 3-1. Hubiese sido el acabose. La sacó barata el verde en la trifulca racista del final del partido.
No soy hincha de Nacional, ni negro, ni homosexual, ni pobre, por lo cual no hablo con interés de parte. Todo lo contrario, hablo con vergüenza personal porque en unas algunas veces por acción y en otras por omisión, promuevo el racismo y demás formas de exclusión, que también lo son de violencia. Procuro hacerlo cada vez menos. Por eso esta propuesta-invitación: ¿Qué vamos a hacer para resarcir a Berrío y Marlos, a los discriminados y excluidos? No se necesita plata, solo voluntad política y cultura. ¿Será mucho pedir?
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/