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Conversaciones de amigas en una hostería

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Trece mujeres en un espacio: Santa Fe de Antioquia. El sol brillando en su esplendor; una botella de aguardiente azul. Darío Gómez, Karol G y El Fercho son las pistas musicales de fondo; una piscina. Ellas, todas amigas o cercanas, lucen en el espacio descrito, vestidos de baño que moldean sus figuras. En el círculo la palabra va y viene como un compás durante un tiempo que parece indeterminado.

Es curioso; comúnmente un grupo de mujeres reunidas siempre ha suscitado muchas preguntas y temores que incluso se perciben como amenaza. En la historia de las brujas, esta práctica era conocida como el aquelarre, ese festín preparado por mujeres para celebrarse a ellas mismas, también sanarse e intercambiar experiencias. Una aráctica que se configuró en una representación peligrosa y maligna. A la par del aquelarre, también existía el gossip, o chisme según su traducción, cuando se quería explicar el momento donde las mujeres ritualizaban la palabra; ésta como exorcismo, exaltación, aprendizaje y reflexión, también se catalogó como maligna, como una práctica que generaba daño y que se realizaba sólo para destruir a otras, tergiversando el sentido de la práctica usada en aquella época.  

Sin embargo, esta columna quiere tratar un poco de lo que hablamos en esta ocasión. Sin duda, hablamos de nuestros trabajos, de las maternidades, de los deseos y las aspiraciones, de la farándula y el mundo del espectáculo, de nuestras lecturas y aprendizajes de los últimos meses, y por supuesto de nuestra vida afectiva.

Durante muchas horas de escucha, nuestra conversación giró en torno a los efectos de la infidelidad en las relaciones, interpretada y experimentada de muchas maneras, pero especialmente, recogida en el dolor que nos causa o que hemos causado cuando no respetamos los acuerdos establecidos con la compañía elegida. Nos hacíamos preguntas sobre las razones de estos actos y sus efectos; no obstante, la sensación de culpa, de falta e incluso hasta de castigo, comenzó a hacerse recurrente.

También, en dicha conversación fue permanente la acción de asumir las preguntas no resueltas por ellos, vimos con dolor la falta de claridad, el poco compromiso en una relación, sus silencios, sus discusiones que esperan curarse sólo con el paso de la noche, pero sin tener la capacidad de hacer una reflexión.

Hablar sobre el dolor de la espera, sea desde estar soltera y en la apertura de poder construir con alguien, o la espera de que el otro defina cuál lugar ocupamos en sus vidas y el nivel de compromiso deseado en una relación; así como la espera frente a la maternidad elegida y deseada por parte de ellas y que mientras en reloj biológico avanza, se espera que ellos decidan; una confusión nombrada por ellos, que en el fondo, es su falta de capacidad para asumir la decisión que ya tomaron hace muchos años. Esperas que carcomen y a veces nublan nuestra capacidad de decisión y de poner límites.

Se habló sobre los efectos de revisar el celular, de reconocer cuando ellos compran sexo sólo porque es una “despedida de soltero” (celebración inventada para generar licencia de libertad a los machos que supuestamente la perderán) a costa de la tranquilidad de sus compañeras, pues esto sucede sin acuerdos y claridades previas.

Ustedes dirán, pero Lu, ¿por qué está escribiendo sobre esto?,  ¿para qué relatar conversaciones tan banales, tradicionales y profundamente patriarcales? Precisamente por eso, porque rodeadas de lágrimas, nos dimos cuenta de los efectos del patriarcado en nuestras vidas íntimas y los dolores cotidianos que esto implica.

Vernos rodeadas de culpas, de inseguridades, de preguntas sin interlocutores, sabernos en relaciones donde ellos tienen la palabra absoluta y nosotros la sumisión, donde la pregunta por si lograremos construir en horizontalidad, dignidad, libertad y amor con alguien, se hace cada vez más difusa.

Debemos entender también que las parejas que se eligen no son victimarios o malas personas, sino síntoma de este sistema, del inconsciente colectivo; ellos y nosotras somos reproductores de un sistema que nos daña.

Fue lindo vernos conscientes, reflexionando estos efectos, entendiendo el machismo en el amor, el dolor en las relaciones, pero también nuestro deseo de una vida sana. Ojalá encontremos compañeros que estén a la altura de esta construcción, porque la gran reflexión es sabernos merecedoras de ser felices, de construir en plenitud aún en la complejidad.

Gracias a V, C, N, M, P,L, A, M, C, E, M, M y yo, por regalarnos un día increíble para bailar, exorcizar, recuperar fuerzas, reconocer que no estamos solas, que podemos vernos en los ojos de la otra y saber que tenemos experiencias similares, gracias por sabernos en aquelarre. Gracias porque esta conversación me hizo recordar que la consigna feminista «lo personal es político» sigue en disputa en nuestras vidas, incluso en aquellas que no se nombran desde allí. Gracias porque las conversaciones feministas se pueden dar en hosterías.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/

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