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En el emprendimiento se suele mencionar mucho que, cuando tienes una idea, debes sacar un producto mínimo viable, validar y recoger feedback de los comentarios de tus futuros consumidores o clientes y, a partir de allí, ir mejorando tu producto o servicio. Normalmente, todas estas acciones están encaminadas a encontrar una oportunidad en el mercado y que la misma se encuentre alineada con un propósito que claramente responda a un modelo de negocio rentable y sostenible.
Cuando emprendemos, la mayoría de las personas estamos esperando que aquello por lo que estamos dispuestos a apostar y entregar muchos recursos, energía y tiempo de nuestra vida, esté alineado con nuestro propósito o, por lo menos, que nos conduzca o nos muestre el camino para encontrarlo.
Sin embargo, esto es más difícil de lo que parece; decirlo y explicarlo en dos párrafos es relativamente sencillo pero ponerlo en práctica es un reto, ya que muchas veces o no tenemos claro nuestro propósito o cuando estamos transitando ese camino nos damos cuenta de que no era lo que queríamos o no era lo que esperábamos. Allí, el poder que tienen las expectativas que nos fijamos y la realidad manifestada, va a jugar a favor o en contra de nuestro camino hacia el encuentro con nuestro propósito.
En general, como se da en el mundo del emprendimiento, cuando válidas tus ideas puedes encontrar que no es aceptada o que no es viable su implementación y te toca volver a empezar o cambiar. En ese sentido y, partiendo de esto, la vida es como el emprendimiento: todo el tiempo estamos validando hipótesis para una vida mejor para encontrar nuestro camino.
Todos somos emprendedores o, como decía Borja Vilaseca, todos debemos tener actitud emprendedora. Todas las personas estamos constantemente pivoteando sobre qué hacer, qué estudiar, dónde trabajar, casarnos o no, irnos al exterior o no, entre otras decisiones, incluso, mucho más complejas. Normalmente, cuando nos encontramos expuestos ante estas dudas, nos da temor contarlo o mostrarlo, ya que pensamos que los demás pueden concluir cosas como: “fracasado”, “no es una persona segura”, “no sabe lo que quiere”, entre otras conclusiones que nos han cohibido expresarnos.
Sin embargo, pivotear o validar, está bien. No todos tenemos claro qué queremos, y por eso, nos vemos obligados a ensayar o validar ciertas cosas. No todo sale como pensábamos que era, hay cosas que no dependen de nosotros pero tenemos que vivir para poder renunciar o cambiar de rumbo.
Algunas personas se angustian porque no saben qué hacer o no tienen claro su propósito. No hay por qué frustrarse, como dice el refrán: “todos los caminos conducen a Roma«; es decir, que cualquier decisión que hayas tomado, incluso si te sirvió para decir “por acá no es” o “me equivoqué”, con seguridad que sí sirvió para alinear ese camino a Roma, esto es tu propósito.
Así que todos, sin excepción, somos emprendedores. Por lo menos, emprendedores de nuestra vida. Así que aplicar metodologías de emprendimiento en nuestra vida, nos puede ayudar a orientarnos y lograr nuestro propósito.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-restrepo-2/