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El martes se desarrolló en muchas ciudades del país una marcha multitudinaria en manifestación contra el gobierno Petro. Sus principales promotores fueron gentes de derecha, líderes de la principal oposición al gobierno, que en palabras de sus defensores, se minimizan en uribismo. Pero no sólo marchó la derecha, marcharon también muchas personas que no se sienten afines a ninguna ideología particular y marchó también gente del maldito centro.
No fueron pocos los líderes y activistas de centro en Medellín que convocaron a unirse a la marcha a través de sus redes sociales. Las razones para hacerlo eran claras, innegables incluso, en pocos meses y a pesar de representar un deseo de cambio, este gobierno ha tenido cosas malas, feas y hasta graves. Petro llegó al poder pretendiendo el cambio de la mano de toda la clase política tradicional, pero para ellos el cambio es gatopardiano, es decir, quieren cambiar todo para que nada cambie. También han sonado rumores sobre posible financiación del narcotráfico a la campaña del presidente, no se puede tapar el sol con un dedo, no sería Petro el primero ni el último, sin embargo es gravísimo. A eso se le suman nombramientos de amigos y familia de amigos en cargos públicos sin ninguna idoneidad, el manejo de la bolsa pública de empleo ha sido vergonzoso. Razones para marchar había de sobra, no hay nada de malo en reconocerlo.
Sin embargo, para Petro, algunos líderes de su gobierno y activistas nacionales y locales, parece que la protesta social es propiedad única y exclusiva de los grupos de izquierda pues no tardaron en desestimar la importancia de las marchas e incluso, antes de suceder, ya estaban corriendo lanza en ristre contra el maldito centro.
¡El maldito centro! Tanto daño le hemos causado a la izquierda de este país quienes nos consideramos de centro que somos su saco de boxeo predilecto. Por manifestarnos descontentos nos ridiculizan fácilmente y nos marcan de uribistas, no perdonan el voto en blanco de Fajardo en 2018 y todavía recuerdan esas elecciones con rencor, analizándolas como si fueran un juego de suma cero en el que no admiten que igual no daban las cuentas.
No se puede negar que, muchas veces, las posturas políticas del centro han sido funcionales a los intereses políticos de la derecha. Por ejemplo, el gobierno Duque fue malo y razón tiene la izquierda en lamentarse de que no tener un proyecto político unido con el centro pudo contribuir a que Duque fuera presidente. Pero es tan culpable el centro de no haber logrado un gobierno de cambio en N cantidad de pasadas elecciones, como lo es la izquierda de no unirse con el centro ni lograr representar mayorías por muchos años gracias a sus formas y discurso inviable (aunque yo no voy a negar el rol de la violencia en silenciar la izquierda colombiana o darle mala imagen).
No queda bien que el presidente Petro trivialice las protestas del martes y minimice su importancia. Su negacionismo lo acerca a su propio “ese tal paro no existe”. Tampoco queda bien que políticos y activistas de izquierda se pongan siempre los guantes de boxeo cuando del centro se trata y que después se lamenten por no contar con su apoyo.
Somos muchos quienes esperamos todavía un cambio positivo con este gobierno, pero, siguiendo la evidencia de los primeros meses, parece claro que se vienen años muy lamentables. A este paso Petro puede lograr lo imposible: hacer ver bien a Duque.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/