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La gentrificación y las diferencias

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Hablamos mucho de las diferencias entre los sectores políticos y para quienes nos dedicamos a esto, la realidad es que son bastante evidentes. Sin embargo, basta conversar con personas que no hagan parte activa de la política para rápidamente notar que hay un cierto grado de confusión que lleva a simplificar las ideas, generalmente asociándolas a nombres o a titulares llamativos. Esto es preocupante porque existen todo tipo de contrastes que deberían llevar a las personas a tomar decisiones más coherentes con lo que ellos mismos hacen o piensan todos los días.

Aunque muchas veces no basta para que una persona vote en un sentido particular, hay un grado de diferencias que son bastante obvias: las éticas. Es relativamente simple distinguir entre aquellos grupos que han engañado con propuestas imposibles, que han gobernado en medio de multimillonarios escándalos de corrupción, que han ido reemplazando los nombres en el tarjetón en la medida en que van cayendo presos los primeros de la fila, que han llenado los órganos de control de amigos para garantizar la impunidad, que han usado la violencia como arma política y un largo etcétera que se hace innecesario porque asumo que el punto está suficientemente ilustrado. Lo he dicho, que la diferencia sea notoria no implica que sea suficiente para inclinar la votación en el sentido opuesto a las prácticas descritas, de hecho, la historia de Colombia está llena de ejemplos en el sentido contrario que prueban el poco peso electoral de este tipo de cosas. A veces se hace imposible de ignorar esa línea, como ocurre en este momento en Medellín.

Pero me quiero referir en esta columna a otro grado de distinciones que es mucho más sutil, más técnico si se quiere, menos evidente pero igualmente importante. Me refiero a la forma de aproximarse a un problema público. Para algunos de nosotros es necesario entender muy bien el problema, sus causas, sus datos, los actores involucrados, los recursos disponibles, la normatividad, la institucionalidad y sus roles, para plantear soluciones técnicamente viables e idealmente eficientes. Digo idealmente porque ante problemas complejos que sean bien estructurados, siempre va a existir la posibilidad de quedarse corto frente a los objetivos planteados. Este tipo de propuestas suelen ser impopulares porque su alcance se encuentra limitado por el filtro de la realidad.

Del otro lado están quienes prefieren reducir la magnitud de un problema para pintarlo como algo simple que ellos pueden resolver en 5 minutos porque la causa es muy elemental y la culpa es de todos los demás. Este grupo de personas, presente en la mayoría de movimientos políticos pero mucho más cercana a quienes no tienen límites éticos, apelan a sentimientos primarios de los ciudadanos y manipulan para generar las reacciones que desean. Tienen la inmensa ventaja discursiva de no pasar en ningún momento por el filtro de la realidad, su prioridad es vencer para manejar un presupuesto enorme y no para resolver de fondo los problemas. No es difícil saber quiénes son.

Hoy en Medellín hay una oportunidad, de esas más bien escasas en la política, para hacer clarísima la diferencia. Estamos enfrentando el problema público real y complejo de la gentrificación (y la turistificación) en el que la llegada de extranjeros con la posibilidad de pagar precios mucho más altos por todo, eleva el costo de vida y termina desplazando a los anteriores habitantes. Es dramática la situación de los arriendos, por ejemplo. No es un fenómeno nuevo ni exclusivo de Medellín, recomiendo leer la columna de David González en El Colombiano (https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/nomadas-digitales-turismo-y-gomorra-IK21185782) para ver mejor esta cara del problema.

Pues resulta que ante esta nueva realidad ha surgido en la ciudad una voz, que incluye a personajes bastante cínicos que acaban de salir del gobierno de Quintero y no hicieron nada al respecto, que ha optado por la xenofobia apelando a un regionalismo patético, que denigra de todo lo no antioqueño y prefiere que nos encerremos sin contar con los miles de empleos y los millones de dólares del resto del mundo. Su gran solución es rechazar al extranjero y condenar a los locales que han logrado participar legalmente de este enorme sector de la economía.

Aunque se ha avanzado mucho en estudiarlo, este es un problema relativamente nuevo en Medellín y, por lo menos yo, siento que me falta conocimiento para tener clara una fórmula. Hay que entender, por ejemplo, que el déficit de vivienda que hace parte de las causas del aumento de los precios de los arrendamientos no solo se debe a un crecimiento en la demanda sino también a limitaciones en la oferta, como han explicado, entre otras, Lucas Gómez (@lucasgomezcuart) y Mateo Castaño (@matecastano). El reto es buscar soluciones reales que nos permitan aprovechar las ventajas del turismo sin volver invivible la ciudad para los locales ni someter nuestras mujeres a la más burda explotación sexual.

Ante un mismo problema, las diferencias políticas nos llevan a soluciones muy diferentes. Es bueno entender esto al momento de tomar decisiones este octubre en las urnas.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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