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Desperté y todavía acostado recordé varias cosas… el volante que resumía la función y que se entregaba al ingresar a la carpa de franjas rojas y blancas, la que se abría justo después del carro de crispetas y la bandeja de manzanas caramelizadas, aquella de tela gruesa e impermeable extendida sobre pilotes de acero aplomados con cables de acero y capaz de almacenar una atmósfera tenuemente más caliente que la externa y con un olor característico a excremento de animal exótico y heno… allí, mientras se caminaba dando tropiezos para ubicar el asiento, se leían los actos disponibles de la jornada.
Se listaban los tradicionales y siempre bien esperados payasos incluyendo ventrílocuos y mimos –con varias entradas entre funciones de actos unidos por un hilo conductor pero separados por artistas “más profesionales”. Los payasos siendo tan buenos como siempre lo han sido, podrían ser la justificación única de la asistencia al circo.
Junto a ellos se anunciaban acróbatas haciendo saltos mortales entre trapecios y personajes que caminan y saltan en la cuerda floja mientras hacen sudar un público expectante de “terribles” desenlaces, pero siempre cubiertos con una red elástica invisible que evita accidentes fatales.
También se anuncian animales amaestrados –cuadrúpedos pesados como elefantes, osos, felinos asiáticos o africanos– capaces de parase en esferas metálicas de gran tamaño sin perder su equilibrio. Escenas antinaturales creadas por humanos.
Malabaristas alardeando de lo bien que conjugan sus hemisferios cerebrales y lo entrenados que tienen sus músculos y memoria para repetir sus movimientos.
Músicos que bien ambientan cada acto sea con suspenso, terror, alegría, alivio o sufrimiento. También con sorpresa cuando corresponde porque cómo no ambientar con música de fondo semejantes escenas.
Bailarines vestidos para cada ocasión con pomposas y visibles ropas.
Magos que aparecen y desaparecen dinero, objetos, animales o personas a discreción y que animan a preguntarse al público “¿cómo lo hizo?”, o para los ilustrados, “¿cuándo lo hizo?”.
Ya sentado al borde de la cama, pisando primero con el pie derecho –costumbre o agüero, no lo sé– después de rascarme los ojos y pasarme la mano por el pelo, recordé que los personajes del sueño eran vigentes y estaban estrechamente vinculados a la escena política nacional. No recuerdo todos los nombres o todas las caras, pero sabía qué había visto y que tenía todo el sentido.
Negué con la cabeza y dibujé una risa vergonzosa al entender la analogía que el sueño me dictaba…
Recordé que la música de fondo de los actos la ponían Julio Sánchez Cristo o Vicky Dávila. También canales como Telemedellín. Cada uno imprimiendo su opinión a manera de información para acentuar más aún el escenario de desinformación actual.
Que los acróbatas como algunos alcaldes, gobernadores y servidores públicos en superintendencias de industria y comercio, hacían triples mortales invertidos, saltos más que osados e incluso imposibles, pero contaban con una red de funcionarios públicos de fiscalía, procuraduría que hilaban sus manos entre sí a manera de red invisible para no sufrir desenlaces traumáticos ejecutando sus osados actos.
Se identificaban bien los personajes capaces de hacer aparecer y desaparecer facultades legales para tomar decisiones del orden nacional, departamental y local, aún para aparecer y desaparecer dinero o incluso personas.
Después recordé los actos de los payasos… como en todo sueño, después de intentar recuperarlo y hacer esfuerzos por definir mejor lo visto todo termina siendo más confuso en la medida en que pasa el tiempo, pero si bien recuerdo, este circo estaba más lleno de payasos y actos de payasos que de acróbatas… mimos imitando personajes intentando o bien ridiculizar una conducta o quizás… ¿normalizarla? Los ventrílocuos eran también bastante comunes: personajes transmitiendo mensajes espurios a través de títeres que se movían a discreción y voluntad del maestro de la obra… los payasos… esos personajes que hacen reír… una risa que hace cómplice porque dibuja realidades propias en carne ajena… en fin… toda una obra teatral este circo político nacional.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-manuel-alzate/