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El futuro sostenible y el bienestar de Medellín están estrechamente ligados a su capacidad de ser una ciudad cada vez más inteligente gracias a la innovación.
Pero cuando hablo de una ciudad inteligente, no me refiero únicamente a la aplicación de tecnologías como la robótica, la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, la nanotecnología o la biotecnología para resolver problemas urgentes. Una ciudad inteligente también implica promover la inteligencia cognitiva, emocional, colectiva y participativa de su sociedad; la suma de estas inteligencias permiten apalancar todo el potencial de la tecnología, que hoy es imprescindible para el bienestar de una ciudad y de sus ciudadanos.
Hace una década, Medellín fue reconocida como una de las ciudades más innovadoras del mundo, junto a metrópolis como Tel Aviv y Nueva York. Este reconocimiento fue un indicio claro de la capacidad de la ciudad para impulsar un ecosistema innovador y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Uno de los principales impulsores de este proceso fue Ruta N, un verdadero catalizador de transformaciones, un tejedor inteligente de ideas, soluciones y talentos.
Sin embargo, hoy duele y da rabia constatar que la mala política ha afectado la reputación y la eficacia de Ruta N, reduciéndola a una realidad marginal. Esta institución ha perdido su visión, proyectos relevantes y financiación. Los medios de comunicación nos han informado recientemente que al menos 70 contratistas han quedado sin contrato debido a que la administración de Quintero no supo renovar la política pública de ciencia, tecnología e innovación. Al igual que Buen Comienzo, el Jardín Botánico y otras instituciones emblemáticas de la ciudad, Ruta N también ha sido víctima de la perversa combinación de clientelismo e incompetencia. El cuento del Valle del Software ha resultado ser un cuento chino, un enunciado efectivo para ocultar las fechorías de esta administración.
A pesar de estos obstáculos, lo positivo es que durante la última década, Medellín ha logrado consolidar un ecosistema de innovación y tecnología resiliente y en constante expansión (y que la Alcaldía de Quintero no pudo tumbar). Este ecosistema se ha tejido de manera integral, lo que permite seguir avanzando por el camino de la innovación, que tiene raíces profundas en la historia de la ciudad. La capacidad de innovar ha sido un rasgo fundamental del carácter paisa, que sabe reconocer oportunidades en los que pueden parecer unos obstáculos insuperables.
Ahora bien, la innovación no se limita únicamente a la tecnología ni a la generación de startups. Es algo más profundo y amplio.
De hecho, la innovación es el resultado de una colaboración estratégica entre el sector público, las empresas, la academia y la sociedad civil, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Implica la capacidad de movilizar el capital financiero, humano y social, así como las infraestructuras tradicionales y las tecnologías disruptivas, para generar ideas y soluciones innovadoras. En otras palabras, la innovación es el fruto de una gobernanza participativa, que el sector público puede facilitar y apoyar pero no como protagonista exclusivo sino con sinergias con otras fuerzas vitales de la ciudad. Por eso, la innovación es hoy el eje estratégico fundamental y transversal para el bienestar de una sociedad; es el poder transformador de la multitud.
Por ende, una urbe inteligente es una realidad donde no solo la seguridad, la economía, la movilidad, el medio ambiente, la vivienda, la educación y la salud se vuelven «inteligentes» gracias a la tecnología, sino también un espacio donde los ciudadanos se organizan para trabajar conjuntamente en pro de intereses colectivos; donde se establecen procesos para la toma de decisiones impulsados por formas de democracia digital y gobernanza participativa.
La innovación, como método, proceso y marco conceptual, puede entonces impulsar a Medellín hacia un futuro más próspero y con mayores oportunidades para todos. No se trata de retomar el camino de la innovación, pues la ciudad nunca lo ha perdido. Más bien, se trata de impulsar y profundizar en él, generando así soluciones innovadoras para los múltiples desafíos que enfrenta hoy en día. “Una ciudad es inteligente, como un ser vivo, cuando es consciente colectivamente de sus problemas y ejecuta acciones para solucionarlos, usualmente empleando tecnologías avanzadas”, dice Elkin Echeverri, empresario y reconocido experto internacional de innovación, quien lideró durante una década la visión de Ruta N.
Si la ciudad es capaz de promover formas de participación y colaboración amplias, generosas e incluso inéditas (superando el vicio de “los mismos con los mismos”), Medellín emergerá más fortalecida e inteligente de la noche oscura en la que se encuentra actualmente. Se transformará así en una ciudad de bienestar.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/aldo-civico/