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La conspiración de los silenciosos

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En cada conversación en un restaurante, en una tienda, en un bus, en familia, entre desconocidos, el descontento, la rabia por ver a nuestra Medellín en este estado de agonía, la impotencia de sentir que nos están quitando, que nos están robando lo nuestro, es evidente.

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Esta semana estrenamos columnista en No Apto. Aldo Civico llegó a deleitarnos con sus palabras siempre tan pertinentes. En su columna, Aldo nos habla de la inexistencia de una conspiración ciudadana por Medellín. Yo, sin ninguna prueba y únicamente basada en mi percepción y optimismo que me impide quedarme inerte, me permitiré contradecirlo.

Acostumbrados a vivir en una ciudad donde, bien o mal, las cosas funcionaban, los medellinenses habíamos olvidado nuestro deber ciudadano de vigilancia. Aquí pasaron muchos gobiernos sin que generáramos un verdadero debate ciudadano sobre el rumbo de Medellín. Medíamos con aplausómetros la conveniencia o no de ciertas políticas, y en general, nada era tan malo, tan desastroso o tan corrupto como para generar un descontento masificado.

Con nuestro sector privado pasaba algo similar. Lo dimos por sentado. Así, nuestras empresas, esas que han acompañado el desarrollo de este territorio, las que han sido hogar para miles de familias nuestras, con las que hemos crecido y las que han apalancado grandes programas inclusive por fuera de sus obligaciones netamente legales, han librado grandes batallas para su sostenimiento y continuo crecimiento sin que nosotros participáramos de las mismas, sin que ni siquiera nos enteráramos.

Pero entonces en el 2020 llegó este tsunami del que tanto hemos hablado. Puso en jaque este constructo de ciudad que habíamos desarrollado en los últimos 16 años, nos cuestionó nuestras formas, nuestras alianzas y modelos, desafió nuestra inteligencia robándose todo frente a nuestros ojos y haciéndose el inocente, atacó nuestras empresas pretendiendo implosionarlas y nos hizo dudar de la verdad de todo este camino que nos había costado tanto recorrer.

Y a nosotros, ciudadanos y ciudadanas del corriente, sin grandes poderes ni en lo público ni en lo privado, nos correspondió hacernos cargo, abrir bien los ojos y los oídos, mirarnos con sentido crítico y empezar a cuestionar aquello que siempre había parecido incuestionable. Y nos estamos atreviendo entonces por primera vez en mucho tiempo a decir en voz alta, “no, Medellín no va bien”, y estamos poniendo los ojos en los programas sociales que sabíamos que existían, pero que jamás vigilamos, y ahora escribimos y opinamos sobre los evidentes actos de corrupción del gobierno de turno, y en masa nos movemos a apoyar nuestras empresas cuando las vemos amenazadas, y nos interesamos activamente por todo aquello que antes siempre pensamos que estaba resuelto.

En cada conversación en un restaurante, en una tienda, en un bus, en familia, entre desconocidos, el descontento, la rabia por ver a nuestra Medellín en este estado de agonía, la impotencia de sentir que nos están quitando, que nos están robando lo nuestro, es evidente. Y es ahí, en esas conversaciones que antes no se daban y que ya se masifican, en esa inacción convertida en sentido de colaboración, donde creo yo que surge la gran conspiración por Medellín, la conspiración de los silenciosos.

Silenciosos porque en silencio habíamos estado hasta este momento. Porque la conspiración se da entre los que habíamos visto expectantes el progreso de nuestra ciudad, porque es una conspiración desde la base, desde la raíz. Porque se trata de un ánimo colectivo muy difícil de tocar, pero muy fácil de percibir, pero está ahí, movilizando ciudadanía, sacándonos de nuestra inercia, haciéndonos responsables de lo que pase de aquí en adelante. Y esa conspiración va a dar su gran golpe en las próximas elecciones. Va a ser capaz de unirse alrededor del cuidado de Medellín. Seremos capaces los diferentes grupos de dejar de lado nuestras ambiciones individuales y pondremos a la ciudad en el frente. Porque entendemos que esta es nuestra ciudad, y que el silencio tan presente años atrás no sirve más para protegerla ni para protegernos.

Otros escritos por esta autora: https://noapto.co/manuela-restrepo/

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