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Siempre me frustró la educación que recibí. Cuando estaba en el colegio me volví líder estudiantil por la indignación que me causaba las injusticias propias del poder ejercido por la institucionalidad educativa y porque creía, profundamente, que podía tener un papel en la educación que recibía y que recibirían mis sucesores.
Ese sentimiento de indignación me llevó a proponer interesantes debates en mi institución educativa y me ayudó a forjar el propósito y el sueño más elaborado que he tenido hasta el momento: crear mi propio colegio, un espacio para hacer realidad la educación soñada. En esta columna quiero contarles cinco principios de ese sueño, que espero, algún día, volverlo realidad:
- Una educación para la exploración: el modelo pedagógico de este colegio deberá tener a la exploración como la vía priorizada para la construcción del conocimiento. Las aulas de clase deben ser el lugar menos frecuentado de los estudiantes, en cambio, los viajes, las experiencias extramurales, la agudización de la capacidad exploratoria, deberá ser la columna vertebral del modelo de enseñanza. Esto es imperativo en un mundo en el que el conocimiento es altamente dinámico y la constante actualización y discusión es una necesidad. La exploración es una aptitud necesaria para navegar la incertidumbre de nuestro mundo.
- Una educación para la apreciación: poco sirve forjar personas capaces para hacer muchas cosas y que no tengan la capacidad de apreciar el mundo existente a su alrededor. La educación deberá servir para cultivar el asombro y la sensibilidad. La naturaleza y las creaciones humanas tienen una belleza que se debe aprender a apreciar, pero, esa apreciación tiene que estar acompañada de reflexión: el lenguaje de las artes y la fragilidad de la naturaleza tienen mensajes que permiten cuestionarse sobre el papel que tenemos como especie y como humanidad en la tierra. Una educación para la apreciación debe enterderse desde todos sus significados: apreciar como el acto de contemplar, de reconocer, de sentir, apreciar como la acción de forjar una reflexión, apreciar como la capacidad de darle valor a las cosas.
- Una educación para la diversidad: esta educación debe tener como objetivo primordial la valoración de la diversidad como el activo más importante que tenemos como como humanidad. La diversidad es la causa de nuestro florecimiento como especie, también ha sido la fuente de nuestra prevalencia ante las adversidades. Enseñar a nuestros jóvenes el valor intrínseco de la diversidad es una urgencia de nuestro presente globalizado.
- Una educación para las habilidades diferenciales: mucho ha avanzado la psicología cognitiva y la pedagogía en el estudio de las habilidades diferenciales. Esta propuesta educativa deberá basarse en fortalecer esas habilidades y enseñar a relacionarse y co-crear con otras. Entender el valor del conocimiento y las habilidades del otro que enriquecen las propias es un objetivo claro en este colegio del futuro.
Finalmente, una educación para el liderazgo transformador. En el mundo existen prestigiosas instituciones cuya misión es preparan el relevo generacional de las élites existentes, este colegio tendrá el propósito de formar las nuevas generaciones que releven esas élites y sean la tracción para un mundo más justo, más libre y más sensible. Este colegio tiene un propósito fundante: formar a los próximos líderes de la sociedad, líderes en todos los ámbitos: científicos, políticos, empresariales y culturales. La formación de los nuevos líderes que transformen a la sociedad desde la sensibilidad, la libertad y la construcción de una nueva ética para el mundo será el objetivo central de este sueño.
Es necesario soñarnos nuevas formas de concebir la educación de nuestros jóvenes, es necesario poner en cuestión y discutir la educación que necesitamos para nuestro presente y para construir nuestro futuro. Quiero compartir la educación de mis sueños como una incitación a que todos construyamos el sueño colectivo de la educación.