Escuchar artículo
|
El oxímoron es una figura retórica en la que dos palabras o expresiones de significado opuesto son utilizadas en una misma frase. Sol de medianoche, tensa calma, secreto a voces. Así aprendí como se construye esta forma literaria en las clases de lengua castellana del bachillerato. Quiero actualizar mi catálogo de oxímoron con unos ejemplos más contemporáneos: feminismo pro-género, trabajadoras sexuales y desarrollo sostenible.
Quiero, además, detenerme en las contradicciones ideológicas que entrañan los esfuerzos por conciliar el crecimiento económico y la conservación. Actualmente en México, alrededor de una reserva de la biósfera, patrimonio mundial según la UNESCO, se incuba una forma de desarrollo que amenaza la vida de las comunidades humanas y más que humanas de la “segunda mayor extensión de bosques tropicales en América”.
Colombia explora las oportunidades económicas del turismo con un retraso significativo frente a otros países de América Latina y hay mucho por aprender. La experiencia de modelos de desarrollo como los del caribe mexicano y las tensiones que genera el proyecto del Tren Maya hablan de contradicciones comunes y de consecuencias compartidas a escala planetaria. Sorprende el descaro con el que se ignoran las implicaciones de esta forma de entender el bienestar y la prosperidad:
“Ancient soul and newfound vision”, “planting roots for grounded living”, “conscious effort to encourage a lifestyle integrated with nature”, “earthy, simple, inspiring, honest, sincere, artisan, soulful, natural, rustic”, “unfolding mindful perspectives”
Así, en inglés, se lavan las intenciones de quienes venden como humo la ilusión de vivir en armonía con la naturaleza en proyectos inmobiliarios de residencia y hospedaje que se construyen en espacios que deberían estar destinados a la conservación. El costo más alto de esta ambición lo pagan las comunidades sobre las que recae esta forma edulcorada de colonización: deforestación, escasez de agua potable, generación excesiva de residuos, despojo de tierras y reducción de la agencia de los pobladores nativos. Ofrecerles un trabajo estable en un hotel de lujo para que sirvan a visitantes que se creen dueños, imponerles valores ajenos a su forma de relacionarse con la Tierra y exotizar sus costumbres para exponerlas a la voracidad de los consumidores de experiencias, son algunas de las injusticias que se cometen en nombre del turismo como alternativa de desarrollo sostenible. En Medellín, Cartagena, Palomino y San Andrés ya son evidentes los síntomas del mal que describo: explotación sexual de niñas y mujeres, trabajo infantil, gentrificación y aumento artificial del valor de la vivienda, degradación de los ecosistemas y segregación social.
Es necesario vigilar los proyectos de vías férreas y aeropuertos que buscan aumentar el flujo de visitantes a zonas de potencial expansión turística. Los que prometen ganancias para unos pocos a costa del sufrimiento de muchos. Frente a la amenaza del turismo extractivista y voraz como alternativa para un “desarrollo sostenible” se deben fortalecer las asociaciones comunitarias, vecinales y gremiales. La regulación es urgente si queremos ser realmente una potencia mundial de la vida.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/valeria-mira/