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Se acaba de posesionar el primer presidente de izquierda por origen partidista y propuesta política en Colombia, algunos análisis han señalado que hemos tenido presidentes con iniciativas que podrían se señaladas como de izquierda, pero lo cierto es que Gustavo Petro ha sido el actor político en llegar a la presidencia más identificado con lo que ideológicamente se conoce como la izquierda colombiana y su militancia partidista, además de sus propuestas banderas en distintos sectores, así lo demuestran.
El principal reto de Gustavo Petro como presidente será entonces demostrar con hechos y con ejecutorias en el gobierno que, más allá del discurso político, la propuesta de país que representa, la idea de la Colombia que propuso y que ganó en las urnas es viable y realizable, aún contra sus propios antecedentes como gobernante local. No es una tarea menor y lleva a cuestas las expectativas de un sector ideológico afín y de una franja, no menor, de ciudadanos que lo ven con desconfianza y temor.
Cumplir será su mantra: a las personas que lo votaron por identificación con sus ideas, a las que lo eligieron porque les generaba menos repulsa que sus oponentes en campaña, a los colombianos que se abstuvieron porque no depositaron su confianza en ninguno de los candidatos y a aquellos que definitivamente no le creen políticamente. Les debe cumplir a todas y todos, porque al final del día el presidencialismo en el país concentra en el máximo gobernante la responsabilidad mayoritaria del rumbo compartido, de la calidad de vida y el progreso general.
Su mayor obstáculo en esta tarea será la misma plataforma que lo llevó al máximo cargo del sistema político colombiano. Petro ganó sobre las banderas del descontento con el gobierno anterior, con las instituciones, con el sistema político en general y pasar de la indignación de campaña al apoyo al gobernante no será fácil. La estrategia inicial de conseguir mayorías en los apoyos partidistas es necesaria para garantizar gobernabilidad, pero socava la idea de cambio, de nuevo idea fuerte en la campaña, lo que hará más complejo el tránsito del Gustavo Petro candidato al Petro presidente y gobernante en ejercicio, lo que llevará su popularidad a cuestionamientos similares a los que viene enfrentando el recientemente posesionado presidente de Chile.
Petro no puede ni debe olvidar a los que lo eligieron, y de alguna manera sus movimientos en los nombramientos ministeriales son sorpresivos, esto puede haber llevado a tempranas asperezas con sus otrora compañeros políticos. Si de cumplir se trata, el reto está en no defraudar la base de su electorado en las decisiones que tome sobre las disyuntivas entre calmar los temores empresariales y generar los cambios económicos que propuso, equilibrar los pesos y contrapesos políticos e impulsar las reformas sectoriales que anhelan y votaron los ciudadanos. Al final la unidad nacional 2.0 que se ha montado en torno al congreso puede ser el paso inicial para alejarse del pueblo que dice representar, que por demás cree muy poco en los aliados políticos de todos los colores que terminaron por acercarse con afán burocrático y se montaron en el tren de la victoria. Si Petro se descuida, será la misma movilización social que emergió en el país y posibilitó el cambio que hizo viable su llegada a la Casa de Nariño, la que ponga en jaque su mandato en caso que sientan que no ha cumplido sus promesas, mientras los partidos lo dejarán solo en el momento en que la tensión aumente. Esta es una historia que ya en Colombia hemos repetido varias veces.