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Pablo Múnera

Los pirómanos y los bomberos

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Los grandes perdedores de las elecciones del domingo fueron la izquierda y la derecha recalcitrantes, liderados por Petro por un lado y por Fico, con Uribe en la sombra, por el otro. Con sus respectivos secuaces y sus cajas de resonancia mediáticas, redes sociales incluidas, atizaron el fuego de la polarización y se quemaron. No son todos ni la mayoría de sus seguidores, pero sí los más cercanos y fervientes.

Mezquinos con el país, desbordados por sus egos y cegados por sus intereses personales, sembraron miedo y rencor por doquier y terminaron comiendo de su propia cosecha; víctimas de su propio invento.

Criticaban al Centro por desconectado y acabaron tan desconectados como el Centro. No necesitaban destruirlo porque ya estaba en ruinas. Pero cegados por el discurso de la polarización que los fortalecía, se encarnizaron con Fajardo, luego con Gaviria y de nuevo con Fajardo, hasta que por fin se sintieron solos, a gusto en el rin de los enemigos, porque ni como rivales se trababan. No bajaban de satanizaciones y criminalizaciones.  Es mejor decir groserías que hacerlas y de las segundas sobraron de parte y parte. ¡Qué vergüenza de debates!

Ellos, que se creían más conectados con el país, le temían al Centro Esperanza, al tiempo que desconocían, en una evidente falla lógica, que media Colombia se identificaba más con el centro político y con posturas independientes, que con el gobierno actual y los partidos tradicionales que acompañaban a uno, y a la oposición tradicional que respaldaba al otro. Parte del país estaba (está) harta de la polarización y de la corrupción que la primera encubre y los perdedores del domingo aún no se han dado cuenta.  

Las encuestas siempre mostraron esa franja de opinión, pero nunca lo vieron, porque confundieron al centro, con minúscula, con la Coalición, con mayúscula. Aún más, lo redujeron a Fajardo, que tampoco respondió a las expectativas. Y los vacíos de poder son como los de amor duran poco y los llena el menos pensado. Qué falta de visión y autocrítica la de estos visionarios. A juzgar por sus declaraciones, hoy todavía no entienden por qué ganó Rodolfo.

Los pirómanos se abren los ojos, pero son daltónicos. Ven solo en blanco y negro y se pierden la riqueza de los matices. Subestimaron al “viejito” Rodolfo, que, chupando rueda y en un sprint corto, los sorprendió a todos, insuflado por una barra, no tan brava pero sí muy grande, que clamaba por un cambio en la línea del gobierno actual, su partido e ideología, y también en la de la oposición y su líder.

Rodolfo, con un astuto trabajo en redes sociales, y gracias a la capacidad de autodestrucción del Centro E., logró posicionarse como el candidato independiente, anticorrupción y hasta del mismo centro. Puede que sea lo primero, pero no tiene autoridad para izar las banderas de lo segundo y tampoco puede ser considerado de lo tercero. Como lo expresó en una entrevista a finales de 2021, los gobernantes que admira son Nayib Bukele y Manuel López Obrador. De centro no puede ser, pero tampoco es fácil de clasificar en la política convencional.

Rodolfo, además de su cualidad de franco, es otro incendiario, que junto a Petro, Fico, Uribe y otros de más bajo perfil, pero de similar talante, mantendrán el país en llamas. Independiente del resultado de la segunda vuelta, el rancho seguirá ardiendo. Ninguno será un buen opositor, porque van a preferir tener su puta razón a que el país y al gobierno les vaya bien. Y eso ya se siente.

Hoy escucho a los moderados uribistas, fiquistas y petristas preocupados y hasta asustados con el panorama de segunda vuelta y pensando en votar por quien juraban que jamás lo harían, sea Petro o Rodolfo.

En el fondo, y aunque el ego no les permita reconocerlo, estoy seguro de que unos y otros preferirían a Fajardo sobre Rodolfo en segunda vuelta. El mismo Petro lo antepondría al ingeniero y Fico al “diablo” de Petro. Se desgastaron acabando a quien hoy, tal vez, están anhelando.

Como hace cuatro años, caímos nuevamente en la trampa de la polarización y quedamos entre un mundo malo y otro peor. Aprendamos la lección y, pese a todo, veamos la oportunidad en donde otros solo ven la fatalidad.  

Mientras tanto, y como no se pueden tomar decisiones en reversa, asumamos una posición de auténticos demócratas. No otorguemos apoyos incondicionales ni volvamos la oposición un sistema cerrado, independiente del que gane o pierda. Mantengamos viva la crítica, pero sobre hechos concretos y no sobre prejuicios, personas o partidos. Combatamos nuestros dogmas y egos antes que los de los demás.  

Y mientras los pirómanos continúan apagando el incendio con gasolina, seamos nosotros bomberos, empezando por reconocer y apagar el pirómano que llevamos dentro.  

Coletilla. Además de los consulados, Antioquia fue el único de los 32 departamentos del país en el que Fico ganó. Amerita alguna reflexión, así sea para gritar “Antioquia Federal”.

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